Esperando septiembre

La canícula significa un paréntesis en la vida política por desaparición física transitoria de los líderes: sólo salen de sus guaridas estivales cuando no queda más remedio como consecuencia de una tragedia.

Lo de Cataluña es una locura pero no ha meritado la parálisis de las vacaciones. El presidente del Gobierno todavía no se ha pronunciado.La ministra Magdalena Álvarez, después de recibir críticas de casi todos los ángulos, ha organizado un comité de crisis para situarlo sobre el terreno. Un parche que incluso puede ser valioso. Pero los ciudadanos se merecen sobre todo el respeto de una explicación y para eso tendremos que esperar a Septiembre. Entonces, lo que procederá es que en el Congreso de los Diputados y en el Parlament de Cataluña se den explicaciones exhaustivas del gran colapso en la medida que afecten las competencias a cada institución.

El mayor error que podrían cometer los gobernantes de Cataluña y los del Gobierno de la Nación sería enzarzarse en un ping pon de excusas y acusaciones al otro. La  abstención ocurrida en los procesos de referendo de los estatutos de autonomía que hasta ahora se han celebrado y algunos indicios claros en las elecciones municipales debieran ser faros que guiaran a los partidos a la asunción de responsabilidades y no a sustraerse de ellas.

Lo cierto es que habría que revisar con números en la mano que es lo que ha ocurrido para que la inmensa sensación de esclerosis se haya instalado en Cataluña cuando hasta hace tan solo unos años era la imagen de la vanguardia de España.

Conviene también una revisión profunda de la política de inversiones de infraestructuras en toda España y a esa labor debiera dedicarse gobierno y oposición, autonomías y ayuntamientos con la altura de miras de que lo más importante, lo único realmente importante, son los servicios que reciben los ciudadanos.