viernes 17 de agosto de 2007, 18:16h
¿Sabe usted en qué quedó la manipulación de datos personales que fuera puesta en evidencia por la cadena “A” de televisión hace como un año? Probablemente ya la haya olvidado, como yo hasta hace unos días; por sí es así, hagamos memoria juntos. Las imágenes que nos mostraba dicha teledifusora eran reveladoras: militantes del MAS instalados subrepticiamente, cual vampiros que esperan las sombras de la noche para hacer su trabajo y van desapareciendo con las primeras luces del amanecer, en una oficina contigua a las de la Dirección de Identificación Personal, transcribiendo los registros de los ciudadanos –a los que se supone que sólo tiene acceso personal autorizado de la Policía- a una base digital.
Una vez descubierta la “Operación Venezuela”, la explicación oficial mencionaba una supuesta modernización del sistema de carnetización, pero la pregunta quedó flotando en aire: ¿Por qué hacerlo al modo de los delincuentes? En ese momento el Gobierno todavía gozaba de un impulso que le permitía salirse por la tangente en este y otros asuntos sin que su popularidad se viera afectada. ¡Pescotis!.
Naturalmente, otros acontecimientos sobrevinieron y fueron dejando en el limbo –para alivio gubernamental- tan comprometedor asunto. Por cierto que una cosa es verlo en las pantallas televisivas y otra, muy distinta, que te toque sufrirla y comprobarla en carne propia.
Sucede que, como cada seis años y faltando unos días para que caducase mi “carné”, acudí a Identificación para renovarlo, trámite que más allá de las incomodidades propias de los “usos y costumbres” policiales, no me había causado mayores dolores de cabeza. Solo de paso menciono que esta vez se me acercó un emisario uniformado ofreciéndome “acelerar” el procedimiento, cosa que rehusé disponiéndome a someterme al trato que se les dispensa a los mortales comunes y corrientes (finalmente soy uno de ellos).
Una vez en la ventanilla de “renovaciones” -¡al fin!- y derivado a un escritorio en cuya proximidad debía esperar a que me llamaran por mi nombre pensaba que en cuestión de minutos todo habría terminado para volver al día siguiente a recoger mi documento de identidad. Pero mi pequeño drama recién comenzaba.
Comoquiera que otras personas que habían sido remitidas al mismo escritorio se desembarazaban rápidamente del trámite, comencé a ponerme nervioso y tras preguntar reiteradamente sobre mi situación me vine a enterar que el ciudadano que responde a mi nombre no existe pues no se encontró registro alguno del suscrito.
He esperado a “resolver” este entuerto mediante una nueva filiación, y ya con mi nuevo “carné” en la mano –el primero, para mi kardex- expreso mi susceptibilidad y, por qué no, mi temor por lo que puede estar sucediendo en materia de transparencia y manejo de datos: el fraude electoral digital, a la venezolana.
Imagino dos situaciones. En la primera, concurro a mi mesa de votación y me encuentro con que ya he votado, arguyo que eso es imposible pero me muestran el acta y, evidentemente, ya lo he hecho. No necesito decir lo que ha pasado, usted ya lo ha deducido. La solución podría ser llegar de madrugada y ser el primero en votar para evitar suplantaciones.
En la segunda ya no hay remedio pues cuando me presento a la mesa, me encuentro con que he sido depurado ¿por qué? pregunto, “por que el Sr. Reyesvilla murió hace tres años” me indican, con lo que compruebo que no es cierto eso de que en Bolivia, hasta los muertos votan. El punto es ¿A cuántos ciudadanos “matarán” digitalmente antes de las próximas elecciones?.
*Puka Reyesvilla jura que no ha muerto.