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AC: Una gran omisión

AC: Una gran omisión

lunes 20 de agosto de 2007, 01:23h

Ausencias. No quiero pecar de candidez/pesimismo, pero me gustaría señalar, con apego-fidelidad a mi (de)formación profesional, un terrible vacío en los hasta ahora tupidos informes de comisión y otras propuestas en mesa para su tratamiento en la Asamblea Constituyente. Me refiero a la (no) inclusión explícita, como derechos humanos fundamentales -tanto individuales como colectivos-, de los derechos a la comunicación y la información. Lamentablemente, en este sustancial tema, seguimos anclados en los límites-barrera del Ancien Régime, por llamarlo de algún modo.

Dirá usted, dilecto ciudadano-lector, que en la "escala/jerarquía de relevancia", los derechos a comunicar(nos) y a estar bien informados resultan secundarios (por no decir "abstractos") frente a cuestiones tan complicadas y sensibles como las pugnas acerca de las autonomías, lo plurinacional, la capitalidad, el nuevo orden estatal… En efecto: a nadie se le ocurriría convocar un cabildo, declararse en huelga de hambre, cercar Sucre, darse puñetazos, en fin, para exigir que en el nuevo texto constitucional se garantice, por ejemplo, los derechos al diálogo plural y la deliberación informada en el espacio público.

Peor todavía. Difícilmente los grandes medios de difusión masiva del país, en especial la simpática televisión, se ocuparán de componer espectáculos noticiosos (mejor si es con polarización y conflicto) acerca de, digamos, el acceso a las tecnologías de información y comunicación. O respecto a la prohibición de monopolios mediáticos. O el libre intercambio, con arreglo a nuestra diversidad, de opiniones y saberes por medios múltiples. Etcétera. Pareciera bastarnos, y esto es deplorable, con garantizar el mínimo vital e intocable de las libertades de expresión y de prensa/empresa.

Que nadie, ningún poder -por supremo que sea o crea-, se meta con nuestro derecho "a emitir libremente ideas y opiniones por cualquier medio de difusión". En ello no hay concesión posible. Ni un milímetro. ¿Pero qué nos impide dar el salto cualitativo, como sociedad, como Estado, como nación, al ejercicio pleno de los derechos a la comunicación y la información como condición ineludible para la construcción democrática? ¿Por qué temerle a la participación ciudadana en la recepción y emisión informativas? ¿Qué tan "peligroso" puede ser el diálogo intercultural "más allá de los medios"?

Estamos, pues, ante una gran omisión en este proceso/momento constitutivo. Una imperdonable omisión (que no simple "olvido") si como país hemos asumido el reto de (re)conocernos -libres de máscaras y de espejos- en un nuevo pacto social. Una ausencia no irremediable, más bien, sobre la cual debiéramos (pre)ocuparnos todos, en especial los 255 asambleístas que hoy nos representan. Una utopía realizable, asignatura pendiente, a la cual no habremos de renunciar jamás, como bien enseñó nuestro maestro Luis Ramiro Beltrán S., ese pionero vital. Comunicación e información democráticas para el desarrollo, se llama el desafío.

*Comunicador y catedrático

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