sábado 08 de septiembre de 2007, 18:02h
Es de sentido común que el principal banquero de España no da puntada sin hilo y que el movimiento de Rodríguez Zapatero de hacerse invitar por Emilio Botín en su emblemático feudo de la ciudad financiera –algo que, a todas luces, convenía al presidente cuando tirios y troyanos, incluso su propio vicepresidente Pedro Sobles, no ocultan ya los nubarrones del horizonte económico– no habría cosechado tan espectacular éxito de comunicación si algún interés concreto e importante del Grupo Santander no estuviera sobre la mesa de ese desayuno que ambos presidentes disfrutaron estrictamente a solas.
La mano izquierda de Botín es conocida. Ha sabido llevarse muy bien con todos los presidentes de la democracia, desde el centrista Adolfo Suárez –en aquel caso, vía Fernando Abril– y el socialista Felipe González hasta el conservador José María Aznar y ahora, Rodríguez Zapatero.
¿Emilio Botín y sus asesores dan por tan seguro el triunfo de Rodríguez Zapatero en las urnas de marzo como para brindarle, en el peor momento de imagen del presidente, la espectacular palanca mediática del desayuno del jueves en sede financiera? Demasiado simple. ¿Fue la oportunidad de merecer un apoyo político decisivo para algún movimiento estratégico del primer banco español? Quizá hay una explicación más sencilla. La visita de Rodríguez Zapatero a la sede del Grupo Santander no se concertó el día anterior, ni dos días antes. Estaba acordada y prevista y cabe suponer que la dirección del PP tenía información de ello, porque no era secreto alguno.
Pero lo relevante es que la visita estaba prevista como un acto protocolario, de imagen por decirlo así, con fotos y televisión, pero sin declaraciones. Y que el cambio de modelo, o de “formato” como ahora dicen, se produjo pocas horas antes. Sólo el miércoles informó La Moncloa al Grupo Santander que el presidente haría declaraciones a los medios informativos.
Así llegó la jornada del jueves. Con un Rodríguez Zapatero locuaz, derrochando optimismo y cubriendo de elogios al Banco y a su presidente ¿qué otra cosa podía hacer Botín que corresponder como buen anfitrión? Además ¿eso era malo para el Banco, perjudicaba sus intereses, deterioraba el valor de sus acciones? ¿Podría perjudicar las relaciones con un eventual gobierno del PP, si la oposición ganase las elecciones? Nada de nada. Sin contraindicaciones. Quizá algún fundamentalista se haya enfadado, pero no desde luego la gente del común.
El resumen del resumen es que, con ese audaz golpe de mano del cambio a última hora del modelo de la visita, Rodríguez Zapatero marcaba un gol “de cine”, a sabiendas de que Emilio Botín no podía ni debía hacer otra cosa que cumplir con su obligación de banquero en su reglada posición de anfitrión. ¿Qué otra cosa puede hacer el presidente del primer Banco español, sino aportar a sus accionistas y clientes la tranquilidad de buenas relaciones con el poder político de turno, sea del signo que sea? Y respecto a la economía ¿alguien en sus cabales puede imaginar al líder de la banca privada generando inquietud o alimentando incertidumbres?
Jugada, pues, brillante del equipo de efectos especiales de La Moncloa, porque rompía abruptamente, y nada menos que por la figura emblemática del mundo financiero español, la unanimidad de pronósticos de desaceleración económica y opacaba la efectista toma de posición nada menos que al comisario europeo de asuntos económicos, el socialista Joaquín Almunia, que en el almuerzo del Foro de Nuevas Economía, dijo por las claras que no aceptaría la vicepresidencia económica si el PSOE ganase las elecciones, Solbes mantuviera su decisión de irse y Rodríguez Zapatero se la ofreciera. Nada menos.
Y es que, cara a las urnas de marzo, las encuestas inquietan. Por encima de dos puntos de ventaja del PSOE en las del oficial CIS, casi cuatro entre los encuestadores “adictos”, menos de un punto, lo que se llama “empate técnico”, entre los tradicionalmente favorables al PP. Dejémoslo en que tiene razón el CIS. Dos puntos y cayendo, porque las noticias económicas serán peores de aquí a marzo. En Ferraz habían sonado las alarmas, con riesgos sensibles de retroceso en Comunidades decisivas, como Catalunya. Mientras el PP está en un momento dulce, prácticamente inexpugnable, en las Comunidades de Madrid y Valencia, y recupera votos en Galicia, Baleares y las dos Castillas, el PSOE mantiene estable su fuerza electoral en Andalucía, Extremadura y Aragón, pero únicamente avanza en Canarias.
El Gobierno ha entrado con tiempo en campaña y con métodos de experimentada eficacia, tanto hacia las Autonomías más decisivas a través de presupuestos y trasferencias, como hacia el bolsillo de los ciudadanos. Pero el aluvión de promesas electorales, además de poner de los nervios a gente seria, como Solbes y Almunia, puede no ser suficiente. La visita a la ciudad financiera del Grupo Santander, con los efectos especiales mediáticos del desayuno mano a mano de los dos presidentes y el bálsamo de los elogios de Emilio Botín, ha sido lo mejor que ha sucedido a Rodríguez Zapatero en los últimos tiempos. Hay que reconocer la astucia de la maniobra y la eficacia mediática con que se ha manejado. Rodríguez Zapatero rebosaba satisfacción.
Queda en el aire una pregunta cuya respuesta sólo vendrá con el tiempo. Cuando Rodríguez Zapatero y Botín se sentaron, poderosamente solos, a la pequeña mesa del desayuno de Boadilla, además del café o te, bollitos y canapés ¿qué otra pieza, seguramente de caza mayor, se ponía sobre el mantel?