Lo mejor que se les puede decir a los escoltas del Rey, del presidente del Gobierno, de los ministros, de los altos cargos de Interior y Justicia, y de los cientos de funcionarios de alto rango es que, ante un intento de asalto a sus protegidos, se olviden de lo que les dijeron en las Academias, se dejen de coraje y pundonor, y se echen a correr. Si no lo hacen, y sacan su arma reglamentaria para defender a quienes les han encomendado la custodia, pueden encontrarse con una juez como la de Manresa que los acuse de reacción desproporcionada, y los meta en la cárcel sin fianza, como le ha pasado al jefe de seguridad de los joyeros Tous, que llegó al lugar dónde una banda pretendía robar, antes que la Policía, se enfrentó ¿cobardemente? a cuatro delincuentes, disparó su arma, y ahora tiene lo que se merece, es decir, prisión incondicional, a quién se le ocurre enfrentarse a una banda de ladrones, que lo único que hacen es ganarse la vida con el sudor de los de enfrente.
Una muerte, cualquier muerte, hay que investigarla se produzca en la sede de una comisaría, de un cuartel de la Guardia Civil, o de un enfrentamiento. Ahora, lo de la prisión incondicional es como para que los escoltas del Rey, ante un ataque al Soberano, o los del señor Zapatero, si alguien intenta agredir al presidente del Gobierno, salgan corriendo, no sea que se les ocurra reaccionar desproporcionadamente. Para no reaccionar desproporcionadamente habría que preguntarle al presunto atentador si el arma que exhibe es auténtica o es una imitación. Lo malo es que estos tipos no suelen ser muy respetuosos con las reglas burocráticas y a lo peor disparan y el arma es de verdad. O es una imitación y, entonces, viene la juez de Manresa y le mete en la cárcel sin fianza, porque a saber si el presunto sólo quería salir en el telediario de las nueve. Por eso, ante la duda, y con el fin de evitar conflictos, lo mejor es que los escoltas salgan corriendo, incluidos los escoltas del Consejo General del Poder Judicial.
Si (
No(
