Dos meses (aún) de 'zapaterato'
jueves 20 de octubre de 2011, 12:02h
Confieso que fui yo
quien inventó el término 'zapaterato' (creo). Como antes el de 'aznarato'. Y fue
otro quien parió aquello del 'felipato', para referirse al período de Felipe
González en el poder. El 'zapaterato', al que le quedan dos meses tasados -el
propio Zapatero ha dicho a alguien que conozco que abandonará formalmente La
Moncloa el 18 de diciembre-ha sido un período desconcertante, cuyo término
espero que coincida con el fin de hecho y de derecho de la banda terrorista ETA
y que igualmente confío en que no coincida con ese 'crash' económico y
financiero que algunos se empeñan en vaticinar. Y esas son, han sido,
precisamente, las luces y las sombras más notables de estos siete años y casi
nueve meses de mandato de José Luis Rodríguez Zapatero.
Porque, contra lo que
muchos dicen, yo creo que el combate contra el terrorismo ha sido probablemente
el resultado positivo más tangible de dos legislaturas que comenzaron pregonando
un mejor talante y una mayor dedicación social y han concluido casi en el
reverso: con muy escasa transparencia en la acción de gobernar y un retroceso
-que solamente en parte puede ser atribuido a la acción del Ejecutivo de
Zapatero, eso también es cierto-en los postulados del Estado de bienestar y en
las conquistas sociales de los españoles.
En España, es
indiscutible, la mayor parte de los ciudadanos son algo más pobres y viven algo
peor que hace cuatro años. Pero también es verdad que la crisis económica global
-tardíamente detectada y más tardíamente aún reconocida por el Gobierno-ha
golpeado seriamente los bolsillos de todos los europeos, caóticamente conducidos
por una eurocracia que participa de muchos de los males que achacamos en
exclusiva a los políticos nacionales.
Algunas veces he
escrito que la Historia -que pone muchas cosas en su sitio, superadas las
pasiones del momento- tratará a Zapatero algo mejor de lo que lo hacen las
crónicas del presente; así le ocurrió, salvadas sean las distancias, a Adolfo
Suárez. Al fin y al cabo, ZP planteó algunos avances, desde el matrimonio gay
hasta las leyes de integración, que, si no eran muy reclamados por la
generalidad de la ciudadanía, sí implicaban una concepción más moderna de la
convivencia. Lo que ocurre es que Suárez afrontó, con improvisación, sí, pero
con decisión y valentía, la primera transición, y pienso que Zapatero no supo
darse cuenta de que se le echaba encima la segunda.
Sin duda esta nueva
transición, que inaugura una nueva era, ha sido más difícil de definir y
precisar que la primera: ahora ningún dictador ha muerto y la democracia,
cicatera si se quiere, pero democracia al fin, estaba implantada en el cuerpo
nacional. Aunque ni ZP ni sus colaboradores, brillantes algunos, pésimos
bastantes otros, han podido, sabido o querido profundizar en esa democracia que
necesitábamos, a base de emprender reformas de calado: en la Constitución -que
va necesitando remiendos urgentes-, ni en la normativa electoral, ni en la
participación ciudadana -menudo ejemplo han dado los socialistas franceses con
sus 'primarias populares'-, ni en una mayor equidad económica... A cambio,
Zapatero y alguno de los peores de esos malos colaboradores han creado problemas
innecesarios: territoriales, internacionales, de agravios comparativos.
Y, así, podríamos
concluir que, tras estas dos legislaturas, ni la cohesión territorial ha
mejorado --¡qué error aquella gestación de nuevos estatutos de autonomía!-, ni
la posición de España en el mundo se ha fortalecido precisamente. ¿Culpa
exclusiva de Zapatero, de sus gobiernos, de sus asesores, de ese entorno rapaz
que rodea siempre a los poderosos? Yo no me atrevería a afirmarlo: mientras
González vivió un período de construcción de moldes nacionales, europeos y
mundiales nuevos, mientras el período de Aznar fue de consolidación, al
'zapaterato' le ha tocado bailar con la más fea. Lo que ocurre es que el galán
creyó que bailaba con la princesa del cuento, y que los emperadores de Alemania,
Italia o Francia nos acabarían teniendo envidia por lo bien que nos
iba.
Así, cuando despertó
a la realidad, el dinosaurio no solamente seguía allí, como en la mini-narración
de Monterroso, sino que había crecido, lo mismo que la inseguridad jurídica y la
desconfianza de los españoles: por presiones europeas -y norteamericanas- se
vió obligado a girar ciento ochenta grados en sus planteamientos económicos en
aquel famoso mayo de 2010. Tuvo, cierto, el valor de renunciar a muchos de sus
postulados equivocados, de los que, sin embargo, jamás ha hecho una autocrítica
demorada: aquella subvención 'para todos' de 400 euros, el 'plan E', entre otras
cuestiones que aquí sería imposible enumerar.
Entre
contradicciones, avances y retrocesos, Zapatero acaba su mandato con bolsas
pronunciadas bajo los ojos, transformada en desmayada aquella sonrisa enigmática
y, me parece, bastante más abucheado que aplaudido. Si hubiese que improvisar
una lápida para la Historia, creo que yo pondría: "fue un gobernante honrado,
bienintencionado. Pero se equivocó tanto...".