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Animales y humanos

Animales y humanos

lunes 05 de diciembre de 2011, 07:58h
Hace  más de 20 años que César Millán, un mejicano cualquiera por aquellas fechas, cruzó la frontera   y se fue a Estados Unidos   en busca del sueño americano. Sin oficio ni beneficio, su   intensa experiencia acumulada a lo largo  de la vida en el trato con los perros le dio la clave para convertirse en un triunfador  en  su vecino del norte.

Hoy César  es, en  aquellas latitudes, uno de los entrenadores de perros  más reputados, a quien   no dejan de  lloverle  propuestas  de   estrellas  de cine, cantantes  o políticos para  que  eduque  a  sus  mascotas.   Para  llevar adelante  su trabajo, a  Millán ,desde luego, lo que no le falta es sentido común, porque  en  unas   declaraciones  suyas que  han  caído  recientemente  en mis manos dice cosas  tan sensatas como estas: "Todo lo que necesita un perro es comida, ejercicio y afecto. Lo demás, sobra". O esta  otra  afirmación  tan contundente como la anterior: "Tratar a un perro como a un humano es ridículo".

Utilitarismo

A quienes somos de pueblo y, además, peinamos  ya canas, nos ha resultado  muy difícil  llegar a entender  como  es posible  mantener un animal  en  casas  de  80 o 100 metros cuadrados  y, por si  solo esto no  fuera ya una razón suficiente, sin una función  determinada  (guardar la casa, reunir  al rebaño, cazar, etc.). Digo  que nos  ha resultado difícil, pero algunos  hemos llegado a entenderlo y, también a  disfrutarlo  y padecerlo  -porque  un animal, como  todo ser vivo, tiene  aspectos   positivos y  menos  positivos- y, aún  sintiendo  por  ellos  un afecto, un cariño inmensos, nunca hemos  visto   en ellos  la sublimación de una persona. Es cierto que nos  han dado  amor, compañía, calor, lealtad y afecto a prueba  de bombas, pero  no  han  tenido jamás  puntos de vista, criterio, intereses, ambiciones, deseos  y, mucho menos, pensamientos. No  ya distintos o similares  a los nuestros, es que sencilla y llanamente  no los han tenido...  Y  este es, a mi juicio, el quid de la cuestión.
     
Individualismo

La multitud de depresiones   que asolan   a las gentes del  primer mundo,  ando persuadido  de que  tienen su origen  en el  individualismo atroz  en el que nos hemos sumido (sobre todo  desde la segunda mitad del siglo pasado), parece  que han encontrado  su  válvula de escape  en la adopción de mascotas. Al margen ya de   las  excentricidades  de unos pocos  que  -no sé muy bien con qué ánimo  o intención- orientan  esta  tendencia hacia  animales tan inapropiados como exóticos  (boas, leones, tigres o similares), la mayor parte de la población   amante de los animales opta por   los perros, los gatos o los pájaros, en sus  diversas razas o especies.

Lo común  en este último caso es que, efectivamente, tal y como apuntaba Millán, se atribuya a la mascota   una entidad  tal  que, no es que ya la  equiparen al  ser humano, sino que, muchas veces, sus   propietarios  o jefes, los  ponen  dos  y hasta tres escalones por encima  de él y esto, creo, empieza ya a ser  patológico. Supongo  que  la causa  es muy  clara: o no conocen al ser humano, o no conocen  a sus  propias mascotas.

No es la primera vez que en estas páginas electrónicas  he hecho alusiones, más o menos veladas, acerca de la inmadurez como  una de las características esenciales  de la  raza humana  de nuestros días    en esa parte del globo que hemos dado en llamar el mundo civilizado. Inmadurez  que, entre otras  muchas cosas, se traduce  en una falta de compromiso, en una dificultad  de  optar  por  algo o por alguien  de una forma radical, con todas las consecuencias positivas  y negativas  que  esa opción  conlleva. Nótese, además, que  hablo de opción cuando, en realidad, debiera de hablar de responsabilidad,  otro de esos vocablos malditos  del que, en estos tiempos, se huye como de la peste.

¿No será  que  se trata de  tener  cerca  de nosotros seres  vivos, pero  no pensantes, que no nos  proporcionen  quebraderos de cabeza en forma de  oposición, traición, sorpresa,  desafecto  interesado  o no, y  no siempre en función de mi  personalidad o mi comportamiento con el otro?

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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