La unidad, las bombas y la miopía política
jueves 11 de octubre de 2007, 19:31h
Hasta ahora todos pensábamos que el día en que ETA consiguiera llevar a cabo su macabro propósito y cometiera un atentado con víctimas o heridos los dos principales partidos políticos: PP y PSOE saldrían como una sola voz, unidos y fuertes para demostrar a los asesinos que somos más, somos mejores y que nunca jamás conseguirán su sangriento objetivo. Sin embargo, para decepción y sonrojo de muchos ciudadanos, no ha sido así y lejos de dar una imagen de unidad frente a los asesinos, sus líderes se han enzarzado en una pelea tan absurda como oportunista, han convocado actos de repulsa por separado y se han tirado a la cara mutuamente la acusación de hacer electoralismo barato con el problema más importante de nuestro país.
El simbolismo del atentado de Bilbao -donde la víctima ha sido un militante del PP que a su vez custodiaba a un concejal del PSOE- parece que ha dejado indiferente a los destinatarios del macabro "recado" que a través de una bomba-lapa envía ETA. Es imposible que, desde nuestra concepción de demócratas, nos intentemos aproximar a los cálculos estratégicos de una organización terrorista pero lo que está claro es que pretendían matar; que pusieron la bomba justo debajo del asiento que suele ocupar el concejal del PSOE y que era previsible que su escolta también resultase muerto o herido. Dos por el precio de uno y además miembros de los dos partidos españoles que ETA, si pudiera, haría desaparecer del mapa para conseguir su ensoñación de Euskalerria. El destino ha querido que Domingo y Gines sigan vivos pero podrían haber muerto por el mero hecho de pensar de forma diferente a sus verdugos. Ellos ideológicamente son distintos pero desde luego defienden los mismos valores y quieren que en este país la libertad no sea solo un hermoso concepto, más o menos manoseado pero incierto.
No sé como cambiará la vida de ambos después de haber sentido en su nuca el aliento de la muerte y de saberse en la diana de quienes, de forma miserable, han instalado en el país vasco la dictadura del miedo, pero estoy segura que ninguno de los dos se arrugará por la acción de los pistoleros ni tampoco dejaran de defender sus ideas, aunque por ellas hayan querido matarlos. Seguramente ellos, como la mayoría de los ciudadanos, habrían querido ver a sus líderes políticos juntos detrás de la pancarta, con la idea clara de que el final de ETA lo escribirán los socialistas y los populares de la mano y de que la mayor victoria de los terroristas es creerse que han provocado la desunión. Si se cumplen los malos augurios nos esperan tiempos duros, donde se repetirán atentados como el de Bilbao que pueden tener terribles consecuencias y para hacerlos frente Zapatero y Rajoy deben de tener la altura política y el sentido de estado de salir con una sola voz a decirle a ETA que abandone toda esperanza, que la democracia no le pagara jamás un precio político por dejar las armas y que su único destino es la cárcel y el acoso policial y judicial hasta que su derrota final. Lo demás es política partidista, miope y mediocre -impropia de quienes están destinados a ser los inquilinos de la Moncloa- que no deja ver el final del túnel.