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Lo van a pagar

Lo van a pagar

lunes 23 de abril de 2012, 09:25h
Siempre me llamó mucho la atención que la Iglesia concediera bulas e indulgencias a cambio de una cantidad de dinero. Pagas y se te condona la pena por tus pecados. Pagas y puedes comer carne en Cuaresma. También la justicia terrenal tiene esa costumbre, en el caso de determinados delitos, pagas y te dejan salir de la cárcel o ni siquiera entras en ella. Mi bisabuelo Juan tuvo que ir a la Guerra de Cuba porque no pudo pagar las 1.500 pesetas que costaba la redención del servicio militar. Pagas y evitas que tu hijo muera en una guerra.

Si estas cosas han ocurrido, y algunas siguen ocurriendo, es porque hay personas capaces de imaginarlas. El pensamiento de esas personas es capaz de resistir, o de ignorar, la nausea, el rechazo instintivo que produce imaginar como un hombre ve partir a su hijo hacía la incertidumbre de una guerra, mientras su vecino observa la escena sabiendo que el suyo dormirá seguro en casa, solo porque él puede pagar. No bastó con imaginar que el precio en sangre de tu hijo pudiera sustituirse por una cantidad tasada de dinero, hizo falta que quienes disponían del dinero tuvieran el poder de imponer ese cambio. Así son nuestras élites de siempre.

Hace un par de días escuché a un importante caudillo mediático toda una diatriba sobre lo mala que es la universidad española. «En España sobran universidades y universitarios», decía. Qué extraño oír decir que en nuestro país sobra conocimiento, después de lo que nos ha pasado con nuestro modelo de desarrollo económico. Ahora que no abundan los empleos, es un buen momento para estudiar, pero nuestras élites de siempre han decidido que este es el momento para recortar la educación. ¿Qué clase de dirigentes preferirían tener un pueblo menos educado? Encima no les basta con decir que hay poco dinero, para justificar que bajan las becas y suben las tasas; necesitan, además, convencer a todo el mundo de que nuestra universidad es mala, y de que los universitarios son una panda de vagos. Convierten un asunto económico en una cuestión moral para legitimarse mejor.

El hombre que hablaba por la radio aplaudía la decisión del gobierno de subir la matrícula hasta el 25% del coste real; y desgranaba con entusiasmo la progresión en el coste de las repeticiones, el 40% a la primera, el 75% la segunda, y el 100% a la tercera. Describía a los repetidores como «unos tíos, normalmente con posibles, que se eternizan en la universidad», y terminaba diciendo: «lo van a pagar». Esa es nuestra desgracia, que los «tíos vagos y con posibles» siempre lo pueden pagar. Por eso la condición que ponen para continuar cuando se suspende es pagar más, y no otra.

Cuando gobiernan nuestras élites tradicionales, la gente con dinero puede pecar, delinquir, evadir sus responsabilidades cívicas, o suspender las veces que les dé la gana, porque la moral se somete al dinero. Para ellos son el placer, el delito, el honor sin merecimiento, y las carreras universitarias, porque ellos se lo pueden pagar.
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