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De Francia y de España

De Francia y de España

lunes 07 de mayo de 2012, 18:29h
Cuando en Francia se ha producido un cambio político de gran trascendencia interna y externa, parece que se debería poner el acento en analizar lo que venía siendo pronosticado por gran parte de los analistas apoyados en encuestas preelectorales y en el precedente de pérdida de elecciones de todos los gobiernos europeos en el poder, arrastrados por la crisis económica. Francia podía ser una excepción, considerando la gran potencia comunicadora de su presidente Sarkozy y su habilidad para reforzar su liderazgo echando mano de sectores centristas en sus primeros años de presidencia y suavizando su programa, tras haber recibido el apoyo de los votantes de Le Pen en las elecciones, aunque finalmente volvió a  recurrir a proponer postulados de la extrema derecha especialmente en la campaña electoral y acudiendo a poner a Rodríguez Zapatero como mal ejemplo de lo que podía suceder a los franceses si le daban la victoria a su rival socialista Hollande. No sabíamos que Sarkozy fuera tan elegante, además de arrogante.

Las consecuencias del triunfo del candidato socialista van a ser notables, aunque no hay que suponer un giro copernicano ni en la política interior francesa ni en la orientación de la europea. El eje franco-alemán seguirá existiendo porque entre ambos alcanzan casi el cincuenta por ciento del PIB de la zona euro y porque en base a razones geográficas y hasta de cooperación y complementariedad de sus economías, les interesa a ambos. Y a España le interesa que este núcleo central subsista, si bien matizando los dictados de recortes en servicios a ultranza y el dogma del equilibrio fiscal. Porque este planteamiento, claramente perjudicial para los países mediterráneos en su versión dura, resultaba favorable para Alemania que, aunque con la amenaza de pérdida de los activos dudosos por las inversiones en la deuda griega u otras, se ha venido beneficiando de la caída de la actividad industrial tanto en España como en Italia y ha mejorado sus posiciones dentro del conjunto económico europeo.


En España no se han dado sorpresas en cuanto a la dirección de la política económica, aunque hace tan solo una hora se ha sabido de la dimisión de Rodrigo Rato como presidente de Bankia confirmando que se vuelve a mirar a la banca porque el proceso de saneamiento de sus activos parece que ha tocado techo sin mermar aun más la cuenta de resultados y los dividendos. Al fin, el saneamiento se hará a costa del Estado, o sea: de todos, porque aunque formalmente se trate de préstamos a la banca, se limita la posibilidad de mantener los servicios públicos de bienestar y de invertir en proyectos que contribuyan a crear puestos de trabajo.            A esto parece que se ha referido Rajoy hoy mismo, porque la banca -no los banqueros que siguen viento en popa- sabe que está en una situación difícil y no puede estar más tiempo tratando de aguantar sus activos dudosos a base de acudir a los préstamos del BCE y, además, concurrir a las subastas del Tesoro. El escenario económico está enrarecido. Ni el nuevo gobierno, ni sus medidas drásticas han conseguido cambiar la muy negativa realidad. Aludir incesantemente a la herencia recibida como si hubiera sido desconocida, o a la deslealtad de la oposición socialista, como expresa encendida Maria Dolores de Cospedal es, más que un ejercicio de cinismo, pura maldad. Tendría que tomar ejemplo de su compañera Vicepresidenta del Gobierno que sabe describir la difícil situación y tragar muchas explicaciones embarazosas sin desviar la responsabilidad que han otorgado las urnas a su partido.
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