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Una crisis riesgosa para la democracia

Una crisis riesgosa para la democracia

domingo 21 de octubre de 2007, 03:14h
En la elección para legisladores nacionales por la ciudad de Buenos Aires la UCR es el único partido que presenta candidatos surgidos democráticamente de una elección interna y no de la lapicera de alguno de los líderes políticos populares de hoy, ni de acuerdos de alcoba, ni de los medios de comunicación o de grupos de poder. Somos, así, los únicos que poseen la legitimidad que otorga la voluntad militante de un partido político Este dato, que resultaría irrelevante en un país desarrollado, en la Argentina es una verdadera curiosidad, porque el sistema de partidos se encuentra en una crisis tan profunda como riesgosa para la subsistencia de la democracia.

En la Argentina los partidos tradicionales se han replegado hasta casi desaparecer y la escena de la política es dominada en primer lugar por un gobierno que descree de ellos y los erosiona, despreciándolos para el diálogo, comprando y cooptando dirigentes con dineros públicos e inventando esos versos de la “transversalidad” y de la concertación plural. Por otro lado, vemos un grupo de personas de gran popularidad mediática que tejen y destejen las alianzas mas insólitas, arman partidos a su paladar y luego los abandonan; eligen discrecionalmente a su corte de seguidores, caprichosos, egocéntricos, autoreferentes, se pelean entre sí o se amigan.  A su vez, los dirigentes políticos  saltan con total impudicia de un grupo a otro brindando un espectáculo patético y desconcertando a la ciudadanía sobre dónde está y qué piensa en verdad cada uno.

Así no puede funcionar un sistema político. Por definición no hay democracia sin partidos y el problema de la Argentina de hoy es que están desapareciendo los partidos, que son el vehículo institucional de la representación. La soberanía sólo puede expresarse a través de esas organizaciones, constituidas en defensa de ciertos ideales, con reglas y disciplina interna, que reciben las demandas de la sociedad y las transforman en políticas públicas, que incentivan la creación y capacitación de los líderes que ofrecen a la sociedad para conducir los asuntos públicos. Además los partidos cumplen una función muy importante para la gobernabilidad; son la malla de contención del descontento social frente a las crisis.

La personalización de la política sin estructuras, la torna efímera, accidental, volátil, impredecible, inconsistente y es la puerta de acceso al populismo, a la demagogia, a la democracia plebiscitaria. ¿Quién elegirá los candidatos en un país sin partidos? ¿La televisión, los diarios, la iglesia, los grupos empresarios o de poder?

Pero los partidos deben adecuarse a los tiempos. Hoy han perdido el monopolio del espacio público y deben aprender a convivir con los medios y con otras organizaciones sociales. Deben cambiar sus estructuras para ser permeables a los requerimientos del pueblo; deben profesionalizar su actividad; deben luchar por influir en la agenda pública; deben promover nuevos liderazgos; deben ser abiertos a la sociedad, modificar sus prácticas, renovar sus dirigencias, darle cabida a la juventud

La UCR Capital ya comenzó este cambio. La conducción de los órganos máximos del partido está en manos de un grupo de jóvenes dirigentes de entre 30 y poco más de 40 años, profesionales, empresarios, trabajadores, que con convicción, generosidad y patriotismo han asumido la tarea de recuperar el partido y devolverlo al destino que no debió perder

Es que el país necesita de la UCR, el partido más antiguo de la Argentina, que ha escrito páginas imborrables en la historia. El radicalismo es la expresión política de la defensa de las libertades, de los derechos de los desposeídos, de la Republica y del federalismo. Nacimos defendiendo la soberanía popular a través del voto universal, secreto y obligatorio, con Alem e Hipólito Yrigoyen. Luchamos por los derechos sociales con Moisés Lebehnson, por la honestidad en el ejercicio de la función pública y por la defensa del interés nacional con Arturo Illia; nuestros legisladores han promovido en tiempos más cercanos leyes fundamentales para la familia y la mujer (divorcio vincular, Adolfo Gass; patria potestad compartida, Florentina Gómez Miranda; ley de cupos, Margarita Malharro de Torres). El pueblo argentino recurrió a la UCR para  recuperar la democracia y los derechos humanos de la mano de Raul Alfonsín

Ahora a los radicales no nos van a correr con eso de los derechos humanos. El azar de la historia me puso como protagonista en esos difíciles años de la transición democrática, en la que se produjeron tres alzamientos militares contra las autoridades elegidas por el pueblo y debo decirles que no descolgué ningún cuadrito por televisión. Junto a un grupo de valientes magistrados, apliqué la ley y condené a los autores del plan criminal que se puso en marcha en la Argentina, mientras otros en el sur militaban en el partido de la especulación inmobiliaria.

En estos tiempos.el país tiene otras necesidades; ya no se trata del derecho al sufragio ni de las violaciones masivas a los derechos humanos, pero sí se trata de derechos humanos. La democracia parte de una concepción del hombre como portador inalienable de derechos fundamentales que el estado debe garantizar y satisfacer. Las constituciones organizan el poder de modo equilibrado y con controles recíprocos para evitar lesiones a los derechos, y consagran los derechos del hombre. El pueblo elige por medio de elecciones limpias y competitivas a sus representantes, que llevan como misión asegurar los derechos.

Pero la responsabilidad de la democracia y de sus instituciones es asegurar un mínimo de igualdad en el goce de derechos y en el acceso de bienes públicos  para generar ciudadanos, es decir sujetos autónomos  No se es ciudadano porque se vote; para eso es preciso disfrutar de cosas básicas que permitan desarrollar autonomía, alimentación adecuada desde la niñez, acceso a educación pública gratuita, acceso a la salud, al trabajo, a la vivienda, etc. De lo contrario no tenemos sujetos responsables, sino clientes cautivos, a los que se compra con dádivas, con colchones, mantas, alimentos, electrodomésticos o plata

El país viene creciendo según nos dicen a tasas chinas, pero el hambre se mantiene para algunos a tasas de la India. El desafío de la Argentina de hoy es el desarrollo económico con equidad y  sustentable. Crecemos pero inadmisiblemente mantenemos tres millones  y medio de personas en la pobreza extrema. Ello nos indica que no estamos distribuyendo los ingresos con equidad. Algunos se enriquecen y otros se mueren de hambre.

Pero a la vez este crecimiento no es sostenible en el tiempo, porque faltan políticas para hacerlo: no hay política para la crisis energética que coloca en dificultades al desarrollo; no hay políticas para la inflación. La política antiinflacionaria es la mentira, el fraude. El gobierno cree que tergiversando los índices del INDEC, no hay inflación; cree que mandando a un matón armado a apretar a empresas y comerciantes amenazando con una ley de la época de la seguridad nacional, como la de abastecimiento, los precios no suben.
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El desarrollo en democracia requiere además otras cosas también ausentes: instituciones republicanas funcionando, libertad de expresión, independencia de la justicia, transparencia y rendición de cuentas. Así ocurre en los países avanzados

El gobierno ha degradado las instituciones republicanas, concentrado el poder en sus manos con el objeto de manejar dineros públicos a su voluntad; ha vaciado de actividad al Congreso gobernando por decreto, ha afectado la independencia judicial al reformar el consejo de la magistratura para tener injerencia en la designación y remoción de los jueces; ha impedido la sanción de la ley de acceso a  la información pública, maneja discrecionalmente la plata de todos para subsidiar amigos  o comprar adherentes, y ya ha aparecido la corrupción como una mancha de aceite venenosa

Y nos ofrecen más de lo mismo. El cambio dentro del cambio, la calidad institucional parecen una burla en boca de quien lideró la reforma a la ley del Consejo de la Magistratura, lideró la reglamentación de los DNU, lideró la obstaculización a la sanción de la ley de acceso a la información. No sabemos tampoco cuáles son las políticas para superar el problema de la inseguridad, de la pobreza, de la inflación. Seguramente la candidata del oficialismo no ha tenido tiempo de prepararlas dada su nutrida agenda de viajes al exterior financiados con recursos públicos.

La UCR, a través de sus cuerpos orgánicos, ha concertado con otras fuerzas políticas y en especial con Roberto Lavagna y su grupo, un plan de gobierno, aprobado por las convenciones de Rosario y Avellaneda, y ha decidido que la fórmula Lavagna-Morales es la más adecuada para llevarlo a cabo. Se trata de un verdadero programa de gobierno, preparado minuciosamente por equipos técnicos de los partidos para enfrentar el desafío de la reconstrucción institucional y del desarrollo con equidad social.

Por mi parte quiero ser senador por la Ciudad para acompañar ese programa, para luchar para que el Congreso funcione -legisle y controle-, para seguir batallando en procura de la autonomía plena de la ciudad: policía, justicia, puerto, transporte y juego son las asignaturas pendientes para que la Ciudad deje ser intervenida parcialmente por el gobierno federal. Los porteños tenemos derecho a gobernarnos por nosotros mismos. Quiero ser senador para sancionar leyes fundamentales que hacen falta para combatir la inseguridad como la reforma a la ley de seguridad interior. la reforma de la Policía Federal y la de enjuiciamiento federal. Para llevar la voz de la UCR Capital al Congreso y trabajar en la construcción de una alternativa diferente en un país que respete la ley, en un país más seguro, en un país sin pobres, con educación pública de calidad, con pluralismo, que debata sus problemas en paz. 

Ricardo Gil Lavedra
Candidato a Senador Nacional por la UCR Capital
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