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Dé la cara, presidente

Dé la cara, presidente

martes 04 de diciembre de 2012, 15:58h
Estimado presidente: 

Los últimos datos no hacen nada para devolvernos esperanza. Cinco millones de parados, camino de los seis en 2013; doscientos mil afiliados menos a la Seguridad Social;  la previsión de un déficit del 7 por ciento del PIB este año; y un descenso del PIB del 1,4 en 2012 y del 1,6 en 2013. Con la calle levantada, el pronóstico no es bueno para usted ni para su Gobierno. Para los ciudadanos, tampoco, porque esos cinco millones de parados son cinco millones de tragedias personales y familiares, y si le suma los pensionistas, castigados por su decisión de no cumplir lo prometido, los funcionarios sin paga, con el sueldo congelado y sin expectativas, o  los miles de empleados de banca que van a perder su puesto en los próximos meses, todo es negro. 

Y, mire usted, sigo creyendo que, aunque ha incumplido cada una de sus promesas electorales y eso es algo que le debería preocupar seriamente, muchas de las reformas que ha emprendido son indispensables. Pero en lugar de explicárselas a los ciudadanos, usted sigue encerrado hablando consigo mismo y sin salir a la calle o a la ventana de la televisión. Sigue sin mirar a cada uno de esos cinco millones de personas que buscan trabajo sin encontrarlo, y sin decirles qué está haciendo, por qué lo hace y qué espera conseguir. Seguro que algunos no le comprenderían, pero otros muchos sabrían que sin un enorme y terrible esfuerzo colectivo, no hay salida.  
Muy al contrario, sólo se oye el silencio. El suyo y el de muchos de sus ministros que en asuntos fundamentales como la educación, la sanidad o la justicia no sólo no hablan, sino que ni siquiera escuchan a los afectados ni negocian con los implicados.  Son tres reformas fundamentales que había que emprender. Pero se pueden hacer por decreto y hasta contra el sentido común o buscando el acuerdo y el compromiso colectivo. Como decía el portavoz socialista en el Congreso Julio Villarrubia, "no hay ni para pipas. No hay ni un euro para llevar a cabo el proceso de modernización". Pero en lugar de afrontar los problemas con todos los interesados, sus ministros se empeñan en hacerlo contra todos. O lo parece.

Me lo voy a hacer mirar porque me preocupa coincidir con Gaspar Llamazares cuando dice que "los ciudadanos perciben que hay una justicia de dos velocidades, una los débiles y otra para los fuertes". En realidad, usted ha implantado una Justicia para ricos, otra para pobres y ninguna para los que formamos la, cada vez menos ancha, clase media.  

Escuche, negocie, pacte. Rectifique si está equivocado -y en algunas cosas lo está hasta el corvejón-, pero sobre todo, explíquese, hable con la gente y a la gente. No se si ganaremos el futuro, pero estamos perdiendo toda la esperanza en que éste sea, como prometió, y frente a los errores gravísimos del anterior, el Gobierno de todos los españoles. 

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