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Merkel y la locomotora invisible

Merkel y la locomotora invisible

martes 05 de febrero de 2013, 09:21h
En los barrios va habiendo hambre. En las plazas llenas de palomas, parados, ancianos y fuentes que sudan polvo, se va apareciendo el hambre. En los pueblos que se encogen en la llanura, y en las ciudades tristes, va habiendo hambre. Hay hambre y parece que todo el mundo espera a que Merkel de el pistoletazo de salida, para que la economía comience a avanzar. Una vez más, a nuestra desesperante lentitud, le hace falta una locomotora.

Si el Estado se encoge de repente, o se vuelve autista, como somos una economía profundamente mixta -más de la mitad del PIB se mueve por el trasatlántico del Estado- el país irá enflaqueciendo, volviéndose al XIX para encontrar allí a Cayo Lara con los brazos abiertos. Claro que es necesario cambiar. La sociedad civil ha vivido y vive una anemia crónica, pero no se puede hacer de golpe, reduciendo a pedazos el Estado del Bienestar en unos pocos años. Eso no lo puede aguantar nuestra economía. Y mucho menos la gente, que se siente con unos derechos sociales asentados desde hace décadas.

Demasiadas veces se olvida que el Estado del Bienestar (menos causante del déficit que los dispendios crediticios de las cajas) lo inventó la derecha alemana. Entonces gobernaba Bismark, a finales del XIX. Los economistas históricos alemanes se enfrentaron a los padres del liberalismo inglés, y nació el seguro de enfermad, las jubilaciones, el desempleo... Sin embargo, parece que Merkel está enamorada del desapego inglés a una Europa social. Porque si Alemania no es locomotora, los trenes de nuestra vida se quedarán parados en una estación en el desierto, esperando que la economía se harte del ciclo recesivo, y por naturaleza, comience el expansivo.

Mientras esto sucede, por sí, el paro seguirá siendo un ahogo insoportable, y será más difícil controlar el déficit solo con el descenso de los gastos. Y así vamos al desastre. Y no lo digo porque lo escriban Joseph Stiglitz, Paul Krugman o el FMI, sino porque en el semblante de las ciudades cualquiera observa que va avanzado por sus calles el silencio y el vacío.

Si Europa no vuelve a ser una locomotora que arrastre los vagones del sur, cundirá más la desesperanza e incluso el sueño del euro se volverá, ya lo es, una pesadilla. No hablo de volver al Paquete Delors II y Maastricht, pero sí de movilizar el gélido corazón de la derecha europea, en manos de Merkel, para que no siga tensando una cuerda que al final se romperá.

Rajoy debe ser el empuje de Merkel para que Merkel empuje la locomotora de Europa. Pues en ello nos va perder muchos de nuestros sufrimientos actuales. Europa debe volver a ser un sueño de prosperidad, y no una pesadilla de recortes sin jerarquía. Merkel nos lleva de cabeza al precipicio del hambre. Alguien debe decirle que ya es hora de cambiar. Ojalá sea Rajoy quien le remueva las neuronas.


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