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Cebolletas

Cebolletas

martes 16 de abril de 2013, 14:32h

Unos cuantos más de 30 de los 46 millones de españoles que somos no votaron la Constitución o porque no tenían edad suficiente o porque no habían nacido. Y unos pocos millones menos de esos 30 eran demasiado jóvenes en 1981, o tampoco estaban aquí,  cuando el Rey Juan Carlos actuó de "Capitán América" y con su escudo protector detuvo la embestida golpista de Tejero y compañía. Ni la Constitución ni la Monarquía cambiaron sus vidas porque nacieron y crecieron con ellas y disfrutaron de esta España nuestra que tan bien nos iba con la misma naturalidad con la que se acostumbraron a manejar  el ordenador o la play station en sus cuartos. Mal asunto si nos aferramos en defender ante ellos el sistema tirando de nuestra gloriosa transición- que sí que lo fue- o recordando la gesta del monarca - que cualquier biennacido debe agradecerle-. Pero si no fuera porque el simpático personaje del genial Manuel Vázquez es de 1951, y no muchos entienden su significado, seríamos considerados por toda esta muchachada y hasta por lo más talluditos cuarentones como pesadísimos y locuaces  abuelos Cebolleta tan anclados en el pasado como ajenos a la realidad.

Aunque 35 años para  una Constitución no es nada y menos en un país en el que históricamente  las constituciones han durado  menos que un caramelo a la puerta de un colegio. Y las tres décadas largas transcurridas desde el 23-F no debieran ser disculpa para el olvido, teniendo en cuenta que es el último intento de golpe de Estado en toda la Europa desarrollada que, en aquella fecha maldita para nosotros de 1981, llevaba ya 24 años modernizando y ampliando el Tratado de Roma que dio origen a la actual Unión Europea.

Pero todo parece antigualla, historietas del jurásico anterior que no sirven para nada a cerca de la mitad de la población española que vive día a día peor, mucho peor, que cuando nacieron o crecieron en la que se prometía como la España de las oportunidades. La crisis económica y social salvaje que padecemos se ha llevado por delante todas las buenas intenciones constitucionales: ¿dónde quedan los sacrosantos y proclamado derechos constitucionales al trabajo o a la vivienda digna cuando más de la mitad de los menores de 35 años están en el desempleo? Ante movimientos como el 15-M, Rodea el Congreso o los escraches, ¿sabe alguien para qué sirve el derecho a la participación política a través de los partidos políticos consagrado también en la Carta Magna? La estabilidad política que daba la Monarquía al país parece hacerse añicos cuando alguno o algunos de sus protagonistas presuntamente engrosan el grupo numerosísimo de golfos nacionales que se han lucrado personalmente del dinero pagado trabajosamente por los ciudadanos a través de sus impuestos. O cuando su jefe supremo se aísla de la gente en sus safaris exclusivos o se enreda en la  madeja de las amistades peligrosas

Pero cuando peor lo pasamos los cebolletas nacionales es cuando nuestros hijos se ponen serios y más angustiados que enfadados nos preguntan aquello de "Papá, ¿por qué me engañaste?" Seguramente pertenecen ya a la primera generación de la historia que va a vivir peor que sus padres, salvo que tengan suerte como emigrantes. Y les habíamos machacado cuando eran niños y adolescentes con la idea de que se formaran bien, que dominaran idiomas, hicieran masters, viajaran y se esforzaran porque suyo sería el futuro. Muchísimos nos hicieron caso y ahora son por derecho  los españoles mejor preparados de la historia. Y de repente se ha enterado que llegar a mileuristas será para ellos un sueño difícil de realizar y casi nada del sistema que construimos tras la transición les sirve para mostrar su rechazo o para cambiar las cosas.  Nos hemos quedado mudos y con cara de tontos preguntándonos aquello de "¿en qué hemos fallado?"

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