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No todo es Bárcenas, menos mal...

No todo es Bárcenas, menos mal...

miércoles 17 de julio de 2013, 13:34h
Ya sabemos que las buenas noticias no son noticia. Excepto, claro, cuando todo son malas noticias, y el rayo de esperanza es tan tenue que constituye una novedad, no la normalidad habitual. Entre los muchos efectos perversos del 'caso Bárcenas', al que habría que unir los de Urdangarín, Convergencia, ERE y un enorme etcétera, hay que contar que están acaparando los titulares, todos los titulares: nada parece ser digno de imprimirse, o de comentarse en los medios audiovisuales, si no está relacionado con el ex tesorero del PP o, al menos, con algún otro caso de corrupción política. Y, sin embargo, ocurren otras cosas que hablan de que la vida, esa bella vida, sigue. Y aquí me va a permitir, amable lector, aportar mi experiencia personal.
 
Hace apenas unas horas, en la sede de la Escuela de Organización Industrial, entregamos a diez personas los premios de un foro en el que participo, procurando alentar a los emprendedores, difundiendo lo que hacen y facilitando los contactos entre ellos. Era el cierre de un curso que ha durando un año y tres meses, en el que hemos recorrido toda España buscando casos de emprendedores y dándolos a conocer en nuestras publicaciones. Lo voy a decir de una vez: ha sido la experiencia más apasionante de mi vida profesional como periodista. Porque, en general, a políticos y a periodistas nos ocurre que rara vez salimos de nuestro estrecho círculo de relaciones, y no es frecuente que estemos en contacto con otras realidades, con lo que hacen las personas ajenas a nuestras profesiones y acaso ajenas también a nuestras inquietudes y nuestra forma de vivir. Y, en esta gira por España, en la que hemos recorrido veintiséis mil kilómetros, hemos participado en cincuenta y cuatro actos con emprendedores y hemos albergado a más de cinco mil de ellos, puedo asegurarle, amable lector, que hemos conocido probablemente la savia de la única revolución que puede salvarnos: el cambio de una mentalidad funcionarial por otra emprendedora.
 
Entiéndame usted; no es que ser funcionario sea malo. Es que ya se está poniendo muy difícil, porque el recorte principal afecta a la función pública. Y aquel 70 por ciento de jóvenes que, en una encuesta aparecida hace dos años, confesaba que ser funcionario del Estado era la principal aspiración de su vida, se ha reducido ahora, me dicen, a menos del cincuenta por ciento. ¿Que muchos quieren ser emprendedores acuciados por la necesidad, por las ganas de trabajar y huir del paro? Naturalmente. Pero ya digo que, en el trato con bastantes de esos cinco mil jóvenes y no tan jóvenes asistentes a nuestros actos, en cuyas mesas rectoras figuraban presidentes de autonomías, alcaldes, líderes empresariales y de los trabajadores autónomos, hemos encontrado auténticas historias ejemplares. Gentes que no saben de vacaciones, que han capitalizado el paro, que han acudido a sus familiares y amigos para financiar los inicios de la realización de sus sueños. Unos sueños que consisten en crearse su propio puesto de trabajo, y quizá algunos más, emprendiendo. Y haciéndolo en cualquier sector, que no todos van a ser 'tecnólogos' aspirantes a émulos de Steve Jobs: hemos encontrado a gentes que pretendían instalar una cadena de panaderías, crear webs con servicios inéditos, poner en marcha una academia de corte y confección y/o innovar en los campos más diversos. Toda una experiencia para quien, como yo mismo, andaba mirando siempre hacia los despachos oficiales u oficiosos en busca de noticias: la noticia cotidiana son estos rostros anónimos que, sospecho, son los que sacarán al país adelante.
 
Algunos de aquellos a los que conocimos hace un año ya no están. Han fracasado. Pero el verdadero emprendedor sabe, con Einstein, que del fracaso se aprende, mientras que del éxito se puede morir ensoberbecido. Quizá faltó convicción, sin duda carecieron de los apoyos necesarios -la financiación, ya sabe usted, no es cosa sencilla en los tiempos que corren--, acaso la orientación del negocio estaba mal aconsejada. Pero la mayoría, año y medio después de que los hubiéramos conocido, sigue adelante. Van tirando. Aunque algunos, los menos, hayan topado con un éxito fulminante: funcionó la fórmula, funcionaron las asesorías y llegó la ayuda que ya empiezan a ofrecer instituciones y empresas.
 
El caso es que el emprendedor no tenía, en la España de los hijosdalgo -que no es tan antigua como podría presumirse--, buena fama. Como el empresario, que no es siempre exactamente lo mismo que un emprendedor. A unos se les alineaba a la derecha y a los otros, a los trabajadores por cuenta ajena, se les presentaba como protegidos por la izquierda y los sindicatos 'de clase'. Y yo creo que la verdadera revolución que hemos ido palpando en las tierras de España es esa: izquierda y derecha ya no definen relaciones laborales 'clásicas', el empresario/emprendedor viene a ser lo mismo que sus trabajadores, es uno de ellos, aunque con una carga extra de responsabilidad y no siempre con una mucho mayor compensación económica.
 
Tener que dilucidar entre cientos de casos ejemplares para encontrar a diez 'premiables' fue la buena noticia que me sacudió en las últimas horas, mientras por otro lado me embargaba la angustia de las peleas mediáticas a cuenta del 'caso Bárcenas', de la quiebra institucional y territorial de España. Entregar esos premios a emprendedores que, la verdad, he comprobado que pasan bastante de inquietudes que les sobrevuelan, era como contactar con esa sociedad civil que es la que hace que las naciones se desarrollen, que exista la prosperidad e impere una democracia avanzada. Lo que ocurre es que aún harán falta muchos actos de fomento de emprendedores para que los partidos, las castas, los sindicatos, algunas patronales instaladas en lo de siempre, reconozcan el avance de la revolución mental a la que antes me refería. Y puedo asegurarle que sin esa revolución, tan gradual y silenciosa, que tanto se encoge de hombros a base de no entender casi nada de lo que hacen sus representantes oficiales, sin ese cambio absoluto de mentalidad, este país nuestro no avanzará un milímetro.


>> El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>
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