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Al Malik al Spaniyya

lunes 05 de noviembre de 2007, 19:39h
TITO B. DIAGONAL

“¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! los Reyes están aquí!”, hermosa frase del sano pueblo español, que en la ciudad autónoma de Ceuta, recibían como se merecen a SS.MM. los Reyes de España, en una mañana otoñal, con un ondear de banderas rojigualdas, en prueba fehaciente de su acendrada españolidad, herencia de siglos de historia, extendida a ambas riberas del estrecho de Gibraltar. Creo que esto debería, amadísimos, globalizados, megaletileonorisofiados y españoleados niños y niñas que me leéis, colmaros de legítimo orgullo patrio, porque ¡¡España!!, madre de naciones, luz del mundo y asombro de siglos, debe reafirmar su condición euroafricana.

Sí, ya sé que la cosa suena fatal, por aquello que decían, allá por el siglo XIX, algunos franceses repipis: “África empieza en los Pirineos”. ¡Falso de toda falsedad falsaria!. En todo caso es Europa la que empieza en Ceuta y en Melilla, en Alborán, en el Peñón de Vélez de la Gomera y en las islas Chafarinas y el islote de Perejil, que son territorios irrenunciables de nuestra Patria.

Parece ser que a Mohamed VI, el rey de Marruecos, no le hace ni pizca de gracia que su tío adoptivo, Don Juan Carlos de Borbón, acompañado de la Reina Doña Sofía, se haya acercado hasta uno cualquiera de los puntos del territorio nacional. ¿No va acaso el Rey marroquí a su palacio de Tánger? ¿O no estuvo de visita en Marrakech como muchísimos de los progres españoles, incluyendo a Juan Goytisolo, que tiene allí un coqueto pied à terre? Nadie, ni siquiera Gustavo de Arístegui, el secretario de Relaciones Internacionales del Partido Popular de las Españas, nunca protestó por esos desplazamientos internos del soberano alauita. Es más. ¿Protestan los franceses cuando Su Majestad el Rey de España se acerca al valle de Arán, que está a tiro de piedra de la frontera gala? Naturalmente que no... Como no lo haría la República Portuguesa, en el caso, harto improbable, de que Don Juan Carlos se diese una vuelta por Olivenza, ese pueblo de la provincia de Badajoz, incrustado en pleno Alemtejo, y que es tan español, un suponer, como los cerdos ibéricos que pastan en las dehesas extremeñas.

No obstante, pequeñines/as míos/as, es una auténtica lástima que no estuviesen hoy en Ceuta y mañana en Melilla, arropando al soberano de las Españas, representaciones de las más altas instituciones del Estado. No sólo el presidente del Gobierno, sino la presidenta del Tribunal Constitucional (la monfortina María Emilia Casas), el jefe del Estado Mayor de la Defensa, el presidente del Tribunal Supremo y hasta el director de la Real Academia Española. Incluso tendría que estar allí, ondeando la bandera de todos, Mariano Rajoy. Se trataba pues de una ocasión histórica, porque, desde hace ochenta años, ningún Rey de España había acudido a Ceuta ni a Melilla. En 1927, el regio abuelo del actual Rey visitó lo que era el Marruecos español y allí, junto con el entusiasmo de las fuerzas vivas, recibió el homenaje de los moros amigos, en su condición de Al Malik al Spaniyya. En Sebta y Mulaiyya –o sea, Ceuta y Melilla—desaparecieron los vestigios coloniales. Ya no hay moros amigos, sino ciudadanos ceutíes y melillenses de etnia berebere, con su DNI y su NIF, como todos los que, una vez al año, se deben confesar con Hacienda. Esta es la hermandad entre los hombres y las tierras de España. De esta España plural, multilingüística y bicontinental, que tiene en nuestras dos ciudades autónomas otros tantos florones de su corona inmortal. Que vaya Su Majestad allá donde quiera. Que visite todos los territorios que se cobijan bajo la bandera rojigualda, esa que ondea orgullosa en la popa del yate Fortuna.

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