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Un 'Tirano' con todos los acentos

Un 'Tirano' con todos los acentos

lunes 18 de noviembre de 2013, 08:04h

Aún recuerdo aquel   octubre de 1974   cuando, recién llegado a Madrid  como  humilde estudiante de periodismo -y de   provincias-,    asistí   al Teatro Español  a la representación  en versión adaptada  de  Tirano Banderas, la  genial novela de don Ramón María del Valle Inclán,  estrenada  por  José Tamayo,  en la versión  de Enrique Llovet, y  con el mexicano Ignacio López Tarso dando vida a Santos Banderas. Los ecos  de la muerte de Carrero Blanco, asesinado  a manos de ETA en diciembre del año anterior, y  las inevitables  comparaciones del tirano del escenario con el  que en esos años  regía  con mano  implacable los destinos  de España, eran tan certeros como sorprendentes. Y digo esto porque, entonces como hoy, el teatro  donde se representaba la obra valleinclanesca  era  público.

Reviví  en aquel  momento la conmoción que  unos años antes  (1971) me produjo  Luces de Bohemia, en el Bellas Artes, también bajo la dirección de Tamayo  y con  Carlos Lemos  (Max Estrella) y  Agustín González (don Latino de Hispalis), a la cabeza de otro gran  elenco de actores. Era, por cierto, la primera vez  en mi vida que  asistía a un teatro, la primera vez que  pude percibir  los susurros, las voces, las emociones, la tensión   y el sudor de  actores   y actrices sobre un escenario y a menos de 10 metros de distancia. Desde entonces no he podido, ni querido, sacudirme  de encima  la necesidad de  seguir siendo espectador.

Ahora, casi cuarenta años después de su estreno, he vuelto  al Español  para ver el   mismo  Tirano Banderas  pero  con una producción de Oriol Broggi y  con  un reparto de actores de diversas nacionalidades,  encabezado   por el también mexicano Emilio Echevarría (Santos Banderas), iniciativa  que aúnhace más  universal  la  intención  de la obra.  En efecto, seis actores y dos actrices, magistralmente dirigidos, interpretan  de forma  deliciosa casi 50 personajes.

Dicen que segundas partes nunca fueron buenas, pero  eso pudo  ser cierto hasta la aparición de la segunda mitad de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, la universal  novela de don Miguel de Cervantes, que echó por tierra y para siempre ese  viejo  aserto   que, ya para siempre,   dejó de asociarse al maleficio. Con este Tirano Banderas, en mi caso ha pasado otro tanto. Me parece  una  versión  excepcional, a la que cualquier buen aficionado al teatro  no  puede dejar de asistir.


Pasado, presente y futuro

Tirano Banderas    vio la luz en la España de 1926, en pleno gobierno de Primo de Rivera y, aunque   su acción se desarrolla  en un  país  indeterminado del subcontinente  americano, se centra en torno  a un personaje  genérico, un   tirano de cualquier  república bananera, pasada,  presente y, desgraciadamente,   seguramente  también futura. Desde entonces, Santos Banderas (Tirano Banderas me llama el pueblo Cabrón, dice el protagonista) ha sido llevado  en varias ocasiones  al escenario, como adaptación teatral, y  en 1993  hasta la gran pantalla por José Luis García Sánchez.

La obra, más que una tragedia,  es un esperpento.  El autor, Valle Inclán,   puso en labios de Max Estrella, el personaje  de Luces de bohemia,  las líneas fundamentales de su  estética del esperpento: deformación, sentido trágico, ironía grotesca, uso del sarcasmo...  Todo esto, por supuesto,    recorre también, y  de principio a fin, este   Tirano Banderas, en lo que  para mí  es también una  lección de  dirección, interpretación y adaptación de un texto  memorable.

A una  escenografía minimalista, potenciada  por una excelente iluminación, se   suman, en esta versión  que hoy podemos ver en el Teatro Español, los ecos gachupines  (castellano, gallego, catalán), bolivianos, mexicanos, uruguayos, argentinos, ecuatorianos, venezolanos,..., todos   esos ecos de  una lengua -el español-   que ha hermanado  las dos orillas del Océano con un texto brillante  y provocador  de  un gallego  universal.

Ecos lejanos  de un tirano  español  que, como hemos dicho ya al principio,  Tamayo  burló  en1974, en este mismo escenario  haciendo vibrar   a los espectadores  que  acudimos a ella con una metáfora tan evidente  y actual como  la que propone  Valle Inclán  en la  obra.  Porque  estos requiebros  y semejanzas   son, desgraciadamente, tan actuales  hoy como   en esos años 20  en España,   como podrán comprobar pronto espectadores venezolanos, cubanos, bolivianos, ecuatorianos  y argentinos  en la gira que esta obra  tendrá  en los primeros meses de 2014 por el  continente  americano.

Tirano  es la metáfora  de la egolatría  del poder   (yo, mi, me, conmigo) a través del  juego de espejos del madrileño Callejón del Gato, del esperpento  valleinclanesco  de la lucha    de poderes   tiranos  y revolucionarios  en los  distintos  países latinoamericanos, o de cualquier  latitud del globo. Una obra  vigente, inmortal, memorable,  que invita a lectores que aún no hayan  ojeado  la novela, a que  no  pierdan  ni un  minuto en hacerlo, o  a  los espectadores a acercarse a  disfrutar de  esta adaptación al Teatro    Español de Madrid.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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