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De las cicatrices a la esperanza

De las cicatrices a la esperanza

lunes 02 de junio de 2014, 14:18h
¿Nos acostumbraremos a vivir sin Don Juan Carlos? La mitad de los españoles no han conocido otro jefe de Estado ni otro régimen que la Monarquía parlamentaria y democrática. Algunos, los más mayores vivieron la República y el franquismo. Algunos descubrimos la libertad de la mano del Rey, de Adolfo Suárez, de Felipe González, de Santiago Carrillo y de muchos políticos - la mayoría, entonces, jóvenes- que apostaron por la democracia y por la reconciliación frente al enfrentamiento y la ruptura. El 23-F fue el punto de máxima popularidad de un Rey que se salvó y nos salvó del regreso al pasado. Durante casi cuarenta años, él - y Doña Sofía, una Reina ejemplar- han sido los mejores embajadores de España y su trabajo ha ayudado a consolidar en este país la mayor etapa de paz que los españoles hemos conocido. 

Don Juan Carlos, en su mensaje de abdicación reconocía errores -generales y personales, éstos por segunda vez- y cicatrices en las costuras de esta vieja España amenazada por quienes quieren romper la tela que nos acoge a todos. En 1975 todo era joven, nuevo, a estrenar: las libertades, la democracia en agraz, el Rey, el periodismo sin censuras, la forma de hacer política, la mayoría de los políticos. Todos teníamos poca experiencia en cómo construir la España de las libertades y de la convivencia. No fue fácil. No ha sido fácil en ningún momento. Estoy convencido de que no hubiera sido posible sin este Rey, sin Don Juan Carlos. En España no había apenas monárquicos -seguramente sigue sin haberlos-, pero Don Juan Carlos se ganó el respeto de la inmensa mayoría. En los últimos años cometió errores, pero los reconoció y el balance es positivo y su gesto de abdicar señala que no está atado al poder y que decidió hace meses el momento de marcharse. 

El Príncipe Felipe está preparado, es honesto, trabajador, inteligente y más cercano a los más jóvenes. La Princesa Letizia ha cumplido su difícil papel durante diez años de forma ejemplar, aunque haya mucha gente que no lo reconozca. El relevo en la Monarquía es una apuesta por la estabilidad y la normalidad en un momento en que parece que se tambalea casi todo. Tal vez de nuevo habría que dejar paso a otra generación en casi todo: en la política, en el periodismo, en la economía... Pero no es fácil porque hoy la mayor parte de los jóvenes está condenada al paro. Hay que cambiar esa dinámica porque de otra manera no será la Monarquía lo que peligre sino España. Hay que recuperar la ilusión, el diálogo, el consenso, los pactos. Todos tenemos que ceder para que todos podamos ganar algo. Al nuevo Rey le esperan muchos retos, duros y difíciles, urgentes todos. La Monarquía ha emprendido el relevo necesario. La respuesta social debe ser la de sumar esfuerzos y compartir objetivos. En 1977, con la Constitución, alumbramos un país para todos. Ahora tenemos la oportunidad de consolidar el futuro. La transición, ahora sí, ha terminado. Gracias, Señor.  

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