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Es la televisión, estúpido!

Es la televisión, estúpido!

sábado 29 de noviembre de 2014, 12:20h
Tomamos la muy manida frase del asesor de Clinton sobre la economía para trasladarla a nuestros medios públicos de comunicación, hoy sujetos al estrés de un cambio que nadie parece saber muy bien de dónde viene y para qué. Quien crea que el debate sobre los medios de comunicación, públicos y/o privados, es algo que solamente atañe a políticos y periodistas comete un tremendo error: el derecho a la información es, tras la vida, la educación y la integridad física, acaso el mayor bien del que puede disponer y al que debe aspirar el ser humano. Por eso mismo nosotros pensamos que hay que proteger los medios de comunicación públicos, comenzando por la televisión, y que demagogia sería afirmar que lo que el Estado gasta en radios o televisiones públicas bien podría ser sustituido por camas hospitalarias o escuelas: la televisión, la radio, pública también forma parte, si bien lo miramos, del estado de bienestar, entre otras cosas porque es parte fundamental de la educación.

Se han cometido muchos, demasiados, errores en la gestión de nuestras televisiones públicas. Algunas, por sobredimensionarlas; otras quizá no deberían pervivir, y nos referimos a ciertas 'teles autonómicas' que resultan perfectamente innecesarias y son, en el fondo, un altavoz propagandístico del poder de turno. El mayor error, con todo, ha sido ese: el intento de apropiación para una idea, para unas siglas, para unos gobiernos, de unos medios públicos que pagamos todos. Cuando, el pasado jueves, se debatían las medidas que han de ponerse en marcha contra la corrupción, nadie citó algunas de mucho más hondo calado que buena parte de las que sí se propusieron: limitación de mandatos, desbloqueo de candidaturas, obligatoriedad de hacer primarias -eso sí lo pidió Pedro Sánchez, no obteniendo respuesta del presidente Rajoy--, un Senado más 'atendido' por los senadores, un Consejo del Poder Judicial y una Fiscalía más representativas, obligatoriedad de que algunos cargos declaren ante una comisión previamente a su designación...Y así, un largo etcétera, con lugar destacado a unos medios de comunicación público alejados de la sospecha de partidismo, de manipulación, de arbitrariedades, de negligencias.

La ya imposible política 'de siempre'

Pero, claro, puede que todo esto interese poco a una clase política más atenta a su supervivencia, en el Gobierno central, en los autonómicos, en los locales, que al servicio de los ciudadanos. No se entiende, así, que se extrañen del auge de una formación que, como Podemos, no tiene ni líderes ni programa, pero que se sustenta en la crítica a algo que ha dado en llamarse 'casta' y que debería, en realidad, encasillarse como una forma tradicional, caduca e imposible, de concebir la política como algo cerrado, algo que se reparten entre quienes se designan, en el Gobierno o en las oposiciones, nuestros representantes. ¿Lo son en realidad?

Con TVE se han hecho muchos experimentos, se han dado -y hay que remontarse también a los primeros tiempos de la democracia--  muchos ejemplos nefastos de apropiación durante demasiados años. Con unos más que con otros, es la verdad, y así debemos reconocerlo. En la época de Zapatero, hay que reconocer que los servicios informativos se caracterizaron por su calidad y por un cierto afán de independencia que en otros momentos no existieron; pero TVE sigue siendo un referente, por la profesionalidad de sus trabajadores y por los medios con los que cuenta, a la hora de recibir esa información que ya hemos dicho que es un derecho. Las radios, las televisiones, la agencia de noticias públicas no pueden, pues, ser semillero de escándalo, ni motivo de inspiración para las críticas de la oposición de turno. Menos aún pueden contribuir a la pérdida de credibilidad de quien gobierna porque los contenidos de la pequeña pantalla, o de las ondas 'oficiales', no reflejen la realidad plural, no la que se ve con la óptica de un partido o de un solo colectivo.

¿Alguien quiere la desaparición de medios públicos?


En último lugar, no se puede dejar sobre la mesa la sospecha de que alguien, desde el poder, estaría interesado en la progresiva desaparición de los medios públicos, de cualquier medio público. Quizá la decisión de Zapatero de retirar la publicidad de TVE no fue acertada; volver atrás es, ahora, con la presión de las poderosas televisiones privadas, engordadas desde el poder, al que a veces le ha salido el tiro por la culata --¿no es Podemos, al final, una semi-creación de una maniobra orquestal en la oscuridad que, desde La Moncloa, pretendió crear un emporio para favorecer las tesis socialistas?-- , casi imposible. Hay que arbitrar métodos para la financiación de esas estructuras imprescindibles para una sociedad democrática que son los medios públicos, con la financiación que corresponda, con las dimensiones razonables y...con los controles de imparcialidad necesarios. ¿Se está dando, aquí y ahora, una reflexión que no sea de bajura política, de mera táctica electoralista, sobre todo esto?

No ha sido posible, hasta el momento, un acuerdo de calado en muchos temas que afectan, y cómo, a los ciudadanos. Somos pesimistas: no creemos en un acuerdo de calado entre 'populares' y socialistas por unos medios públicos que respeten la dignidad que la información, por sí sola, merece. Unos medios controlados desde, pongamos por caso, la secretaría general de un partido, perderían toda la inmensa grandeza que la tarea de dar información tiene. Es hora de recordarlo una vez más, porque se encienden, de nuevo, algunas luces rojas que poco o nada nos gusta ver en el horizonte y conste que lo decimos con toda la prudencia y moderación que nos cabe y que procuramos administrarnos ante cuestiones que pueden llegar a ser verdaderamente graves.
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