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Nos queda un rayo de esperanza

sábado 23 de diciembre de 2006, 12:05h
La verdad es que el tono de la prensa del sábado, horas después de la entrevista entre Rajoy y Zapatero, no podía ser más descorazonador. Unos echaban la culpa del desencuentro, como era de esperar, a Zapatero. Otro(s), como no podía ser de otra manera, a Rajoy. Este periódico ya expresaba el viernes su desconcierto ante la disparidad de versiones ofrecidas por Génova y La Moncloa. No nos convence plenamente ninguna de las dos, y las dos tienen algo de razón. Ni Rajoy dijo toda, toda la verdad en su comparecencia ante los periodistas en la sede del PP, ni pudo decirla, quizá porque ella misma la desconocía, María Teresa Fernández de la Vega tras el consejo de Ministros del viernes.
 
Así que nos queda la tesis de un cierto pacto de silencio entre los dos políticos. Claro que Zapatero tuvo que contarle a Rajoy algo más de lo que el presidente del PP nos dejó entrever; de otra manera, hubiese salido hecho una furia de La Moncloa, en lugar de emplear el tono mesurado --y es de agradecer-- que empleó. Claro que Rajoy se mostró mucho más comprensivo con el proceso de paz de lo que Moncloa nos dejó entrever; otra cosa hubiera sido casi inconcebible. Y quienes hemos escuchado y analizado muchas veces los tonos de la disputa política en este país en el que una mitad hiela siempre el corazón del otro medio, creemos percibir el levísimo deshielo primaveral de un rayito de esperanza.
 
Porque tienen que entenderse, se pongan como se pongan. Los ciudadanos lo exigimos. Ya está bien de trampas saduceas y medias verdades por un lado, ya está bien de enrocamiento tozudo en el 'no' desde el otro bando. Entiéndanse de una vez y que cese la quema de autobuses que ya creíamos terminada y que los escoltas abandonen ya a sus protegidos, optimismo que empezábamos a vislumbrar y que ahora, de nuevo, se nos niega. ¿Que Rajoy y Zapatero no se entienden personalmente? Pues qué le vamos a hacer; a nosotros eso no nos importa ¿Que la batalla electoral se presenta feroz? Deberían considerar una hipótesis que cada día se presenta como más verosímil: más valdría que no nos obligasen a quedarnos en casa el día de las elecciones porque no nos interesa ninguna de las dos principales opciones en presencia.
 
Piénsenlo; estamos ante una hora crucial, porque, entre otras cosas, la clase política gobernante así lo ha querido, abriendo carpetas que quizá no deberían haber sido abiertas aún. Pero ahora el camino es irreversible.Y, sin embargo, resulta que los dos líderes políticos con veintiun millones de votos a sus espaldas entre ambos dan un frenazo en seco a cualquier entendimiento y se ponen a pensar exclusivamente en sus intereses electorales a cortísimo plazo, y no en los intereses de la nación. Nos negamos a instalarnos en el pesimismo y en el escepticismo que supondría la constatación de que para nada cuentan con nosotros, de que ellos pactan hasta sus desacuerdos, que escenifican discrepancias para que todo siga como está. Hagan algo.
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