Cuando una pérdida humana te llega y te
afecta negativamente la tristeza es inevitable. Cuando además viene envuelta en
la sorpresa, uno no puede menos que añadir a esa tristeza una sensación de
injusticia vital. Y cuando a esa pérdida se suma un sentimiento no
solo personal, sino además de trascendencia social y más general, como es este
caso, a uno no le queda sino estremecerse y darse cuenta una vez más de lo
incierto de la vida y la certeza de la muerte.
Cómo hablar del fallecimiento de
José María sin sentir el sobresalto de lo
inesperado, ese escalofrío del destino que alguna vez nos asalta y castiga como
personas, y en este caso también como ciudadanos.
Porque es fácil ahora hablar bien de José María. Todos los que de una forma u
otra le conocimos y pudimos tratarle, yo el primero, rescataremos de muchos
recuerdos aquellos más positivos y de su figura pública los más destacados de
sus logros. Es normal, la triste realidad de su desaparición nos afecta y
durante estos meses serán muy frecuentes las semblanzas positivas de nuestro
amigo como hombre y como político.
La gente que no alcanzó a conocerlo con algo de profundidad, o los que
puedan acercarse a su figura con el escepticismo que los panegíricos a un
hombre tan tempranamente fallecido pueden provocar quizás piensen que se
exageran ahora sus virtudes.
No es mi caso. Hace casi dos décadas que conocía a José María y tardé en
entenderle y en tener un trato fluido con el. Porque en la vida, y en la
política como parte de la experiencia vital de los que se terminan
dedicando a ella es difícil encontrar la seriedad de comportamiento, el
rigor intelectual y sobre todo la entrega personal de la que siempre hizo gala
este palentino de adopción y de corazón que llegó a ser querido por tantos de
nosotros y porque también a veces los castellanos somos tan sobrios que
tardamos en abrirnos y
en estrechar lazos personales.
Por eso ahora puedo escribir con rotundidad y conocimiento que la pérdida
de este hombre no solo va a entristecer de forma profunda a sus seres
queridos, sino que también va a empobrecer de forma significativa la calidad de
nuestra política local y regional pues por buena que sea la voluntad de sus
sucesores no será sencillo alcanzar el compromiso vital de José María con
Palencia y la institución que presidía.
El diccionario de la Real Academia dice que la palabra Don antes del nombre es
un símbolo de atención a personas serias y cabales. Por eso, con todo
afecto y respeto, adiós, DON JOSE MARÍA.
Jose Luis Alonso Cruz
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Fallece a los 55 años el presidente de la Diputación de Palencia