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Hola, nueva era; adiós, 2007

Hola, nueva era; adiós, 2007

domingo 30 de diciembre de 2007, 18:54h
No se nos ha ido sólamente un año, este 2007 que, después de todo, no ha estado tan mal. Ni nos ha venido apenas un año nuevo, este 2008 que algunos disfrutan presentándolo con tintes más bien negros. Parece más bien que asistimos al fin de una era y al comienzo de otra. O llámelo usted, si quiere, una segunda transición. Y da la impresión de que, gane quien gane en las elecciones de marzo,Zapatero o Rajoy, tendrá que asumirlo. Zapatero, como lo demostró en su comparecencia el viernes en La Moncloa , trata de mantener un vuelo más rasante, contra lo que empieza a ocurrir en la oposición, donde se abren paso conceptos de mayor envergadura para el futuro. Pero, en estos momentos en los que se fabrican los programas electorales, sin duda acabará por imponerse la idea de que no va a bastar con predicar reformas puntuales, logros demasiado concretos. La próxima legislatura tendrá que completar lo que en esta no se ha alcanzado. Tendrá que plantearse metas más ambiciosas.

 Sin duda, no han de faltarles estos días motivos de meditación al presidente del Gobierno en Doñana ni a Mariano Rajoy en Pontevedra: fallar ahora en las propuestas electorales, errar en el tono o en la estrategia, cualquier resbalón, les puede costar las elecciones a cualquiera de los dos. Ya no va a bastar con promesas puntuales, de esas que tanto les gustan a ambos, en cuanto a pensiones, salarios mínimos o ayudas a los recién nacidos; hacen falta planteamientos políticos en este año que llega y que conmemorará el trigésimo aniversario de la entrada en vigor de una Constitución que, para que perdure, hay que reformar sin demasiada demora. Lo mismo que la normativa electoral, el trato a la Corona , el concepto territorial o la composición de algunas instituciones, y pensamos, naturalmente, en la Justicia en general y en el Consejo del Poder Judicial y en el Tribunal Constitucional muy en particular. Resulta tremendo, por cierto, que el alto Tribunal viva los momentos que vive cuando la Constitución está a punto de alcanzar un cumpleaños ‘redondo’

Esta legislatura que ahora concluye ha sido poco ambiciosa, por decir lo menos. Hay temas que no solamente no han entrado en vías de solución, sino que han empeorado: el follón del Estatut o un concepto inequívoco del territorio, por ejemplo. No parece, en cambio, que hayan empeorado ni la situación económica –aunque las perspectivas para 2008 sean más bien negras—ni la lucha contra el terrorismo, y se han registrado algunos importantes avances sociales. No es poco, saliendo del trauma del que salimos el 14 de marzo de 2004. A Zapatero se le pueden achacar bastantes cosas malas –experimentamos un cierto retroceso de las libertades y que han sobrado decisiones que dividen a los ciudadanos, como la ley de memoria histórica. Para no hablar de la política exterior--, pero también bastantes buenas: un nuevo estilo, algunas leyes muy positivas, un impulso al poder legislativo, por poner algunos ejemplos y sin ánimo de ser exhaustivos.

Sin embargo, lo que ZP no ha logrado es sintonizar en una vía correcta de las relaciones gobierno-oposición. Algo de lo que seguramente habrá que culpar también al Partido Popular, especialmente por haberse dejado  arrastrar por algunas voces histriónicas, muy poco equilibradas, que lo mismo convocaban una manifestación sin motivo aparente que proclamaban una guerra santa desde la radio episcopal. Seguramente, una democracia con algunos trienios más que la española entiende que las relaciones entre el poder y quien aspira a ocuparlo deben evitar, en primer lugar, fraccionar al país en dos. Y las dos españas han estado bastante presentes, demasiado presentes, en muchas conciencias en estos cuatro años (también, por cierto, en los anteriores), como recalcaban este fin de semana algunos grandes diarios regionales del grupo Vocento, recogiendo muchos de los puntos aquí planteados.

Rodríguez Zapatero se sentó en La Moncloa pretendiendo que los nacionalismos se sintiesen cómodos en el Estado, y no lo ha logrado, lo cual es un fallo importante. No pudo cumplir sus promesas al líder de Convergencia i Unió, Artur Mas,y eso ha tenido consecuencias negativas, porque Mas se ha radicalizado. Ni logró vencer la tozudez del lehendakari Ibarretxe ni su aproximación al Partido Nacionalista Vasco rindió al final, con la salida del moderado Imaz, los frutos apetecidos. Y es que no han sido estos cuatro años los mejores posibles para los políticos menos radicales y más templados, desde Bono a Piqué.

Estos parecen ser los datos más esenciales de una legislatura que, por desacuerdo entre PSOE y PP, hubo de renunciar a las reformas constitucionales planteadas en los propios programas electorales y que se dejó transcurrir tantas veces entre disputas por cosas tan pequeñas como el color de la condecoración a una soldado o que deberían haber sido tan poco conflictivas como la legalización del matrimonio homosexual.

Y ahora, para abrir boca de lo que nos espera en esta nueva etapa, ahí está el inminente cumpleaños del Rey, tema sobre el cual este diario ha elaborado un informe especial. Qué duda cabe de que los setenta años que Don Juan Carlos cumple el próximo día 5 de enero constituyen una efeméride sintomática, emblemática y muy propicia al surgimiento de debates políticos más o menos incrustados en la realidad. La popularidad de Don Juan Carlos sigue incólume, pese al indudablemente horrible que, para él y su familia, ha sido el año 2007. Habrá, en todo caso, que seguir con especial atención el discurso que el Monarca pronuncie con motivo de la Pascua militar para buscar indicios de un futuro que, hoy por hoy, no tiene por qué, ni seguramente debe, acelerarse artificialmente, como algunos quisieran. Pensamos que este es un momento para felicitar, aunque sea con algunos días de anticipación, al jefe del Estado y agradecerle muchas de las cosas que ha hecho en muchos años al frente del timón del Reino.
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