¿Queda mucho...?

¡Hoy es Domingo! Un nuevo Domingo de primavera de este Abril lluvioso.

Y seguimos pasando los días y las noches y las semanas y quien sabe si los meses confinados... Porque aún no sabemos los planes que nos tiene preparados el COVID 19 para los días que están por venir. Hoy he visto un anuncio con la frase que todos hemos dicho mil veces en los viajes y que nuestros niños siguen diciendo. Esa frase que trasciende generación tras generación “¿Queda mucho...?” Y una vez más ha hecho que me pare a pensar.

Y veo que por primera vez, no tenemos respuesta para esta frase. No podemos cuantificar cuánto queda porque no lo sabemos. Si es mucho, si es poco... incluso si ese mucho o ese poco vale como medición universal para todos. Lo que queremos creer y tenemos la certeza es que queda menos que cuando empezamos, pero ya vamos necesitando respuestas. Respuestas concretas a nuestra incertidumbre, esa que no sabemos gestionar porque a nosotros nos gusta tener las cosas de “hoy para ayer”. Estamos acostumbrados a vivir con horarios muy determinados y plazos concretos. Incluso vivimos en una sociedad que premia la velocidad y la inmediatez. No sabemos esperar, no sabemos ser pacientes... Tenemos todo cronometrado en nuestro día a día. Desde pequeños estamos educando en el “vamos que no llegamos”, “vamos come”, “vamos termina ya”, “vamos que no tengo todo el día”, “vamos, vamos, vamos...”

Y de repente ese “vamos” pierde su sentido, porque la vida nos cambia los planes. Bueno, mejor dicho nos anula los planes, nos paraliza. Es como cuando estamos en un atasco y por mucha prisa que tengamos, da igual, porque no podemos avanzar y a nadie le importa lo urgente que sea lo que tenemos que hacer o si no vamos a llegar a tiempo. La única realidad es que estamos parados y sin posibilidad de avanzar, porque no depende de nosotros. Y eso es un poco lo que nos pasa ahora, queremos avanzar, necesitamos salir, pero nadie nos da una fecha, ni nos abre un camino, ni siquiera una puerta... Y así, en este parón cuanto más se prolonga más caemos en la tentación de rendirnos, de resignarnos, de sentarnos a esperar, o de todo lo contrario de la impaciencia, de la ansiedad... Pero es ahora cuando debemos mirar nuestra brújula interior para aprender a sobrevivir, para descubrir que hay un destino, aunque sea incierto. Y aprovechar los días para mentalizarnos y prepararnos para salir, para dar el primer paso. Porque sin duda, aunque ahora estemos parados la vida es movimiento. Y ese primer paso será el que nos saque de donde estamos y luego ya habrá tiempo para plantearnos dónde vamos, incluso cómo vamos a llegar y de este modo, saber cuánto falta.

Y es ahora cuando nos damos cuenta que el estar tan pendiente del “cuando llegamos”, nos impide disfrutar del momento. Que la prisa y la impaciencia nos traen en muchas ocasiones frustración, presión, sufrimiento... Es como si estuviéramos programamos para “hacer todo el rato”, sin parar y cuanto más y más rápido, mejor. No sabemos esperar, sin darnos cuenta que por mucho que queramos correr, en muchas ocasiones, hay cosas o situaciones que llevan su propio ritmo. Y muchas veces por adelantarnos al mañana lo único que hacemos es perdernos el presente. Es importante tener confianza, tener ilusión, saber que hay un futuro, pero también ser conscientes de que por mucho que queramos, no podemos adelantarlo.

Por eso cuando esto pase, que pasará... Recordaremos que nuestras apresuradas e impacientes vidas se vieron paralizadas por un virus al que le dio igual nuestras urgencias y nuestros plazos. Y para complicárnoslas más, nos llenó de incertidumbre y no nos contestaba a nuestra insistente pregunta de “¿Queda mucho...?” Porque su objetivo era que la tristeza, el miedo y la rabia nos hicieran caer en la tentación de rendirnos. Pero fue entonces cuando despertamos y fuimos conscientes de que hay cosas que ocurren cuando tienen que ocurrir, ni antes ni después. Y fue cuando aprendimos a dejar que la vida fluyera y así nosotros, fluir con ella.