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El brindis, el himno y la familia

sábado 12 de enero de 2008, 12:21h

¡Qué ganas de enredar! Qué expresión la del “entusiasmo aparente” para contar lo obvio, esto es, que Juan José Ibarretxe levantó su copa, como los demás asistentes a la cena del 70 cumpleaños del Rey, para brindar por España, y que, también como los demás asistentes, aplaudió los discursos. ¿Es que alguien sensato podía esperar otra cosa? No creo ser precisamente sospechoso de simpatía política por Ibarretxe, sobre cuya estrategia independentista he escrito muchos y muy duros artículos. ¿Pero qué tienen que ver una cosa y otra?

En la larga vida profesional de un viejo periodista hay de casi todo, y en cierta ocasión, todavía en el Kremlin la tiranía comunista, me tocó cubrir una visita oficial española de alto nivel a la entonces Unión Soviética. Desde luego que en la cena ofrecida en el Kremlin los políticos españoles, y los periodistas que les acompañábamos, brindamos por la Unión Soviética, al igual que los políticos y periodistas soviéticos brindaron por España. No es más, ni menos, que obligada cortesía. Ibarretxe actuó, como él mismo ha dicho, en los parámetros de la buena educación, y para hacer otra cosa hubiera tenido que excusar su asistencia al acto.

Pero hay más, y es que el PNV, en conflicto con el Estado español, mantiene correctas relaciones con la Corona, porque incluso el sector de sus dirigentes que rechaza la oferta federal de Rodríguez Zapatero nunca han descartado un modelo confederal de “unión en la Corona”. Ibarretxe se ubica en el ala más radical del PNV, pero no está todavía en los planteamientos maximalistas de la izquierda abertzale. Así que al levantar su copa para brindar por España y por el Rey, no hacía nada que tuviera especial significado, sino el obligado respeto a las buenas formas.

Más difícil de entender es la letra elegida para el himno nacional por el muy respetable jurado de expertos formado por cuatro personas de tanto nivel intelectual como Juan Pablo Fusi, Manuel Jiménez de Parga, Tomás Marco y Aurora Egido, con la compañía olímpica de Theresa Zabell y la musical de Emilio Casares. Bueno, es un poquito “carca”, pero bien está para lo que está, aunque alguien debería explicar dónde queda el corazón de España, esto es, la meseta –“la fuerza central, escultora de la nación”, que escribió el maestro Ortega–, en eso tan bonito y tan irlandés de “desde los verdes valles / al inmenso mar”. ¡Ay, si Machado levantara la cabeza! Pero viene luego el anuncio de que el COI pretende reunir las firmas para una iniciativa popular legislativa que convierta esa letra en el himno oficial de España. ¡Qué horror, que inmenso horror! Siempre queda la esperanza de que el dislate no prospere, pero cabe temer que sucederá lo que tenga que suceder, que normalmente será para mal.

De otro tema de la semana, la obsesión de llevar la familia al centro del debate político, alimentada por la Iglesia y por la áspera reacción del PSOE, me limitaré también a recoger unos párrafos luminosos de Ortega en su monumental España Invertebrada: “La idea de que la familia es la célula social y el Estado algo así como una familia que ha engordado, es una rémora para el progreso de la ciencia histórica, de la sociología, de la política y de muchas otras cosas”.
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