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Carta de amor

lunes 14 de enero de 2008, 18:51h
Hay dos errores que se repiten mucho en sendos versos: se empeñan mucho en que Juan Ramón escribió "no la toques mas que así es la rosa" cuando el brevísimo y hasta cierto punto críptico poema de JRJ decía realmente: "no le toques más que así es la rosa". El otro, es mitad verso mitad prosa: la dedicatoria de la "Elegía" de Hernández a Ramón Sijé "al que tanto quería", según muchos, y cuya realidad es mucho mas hermosa: "con quien tanto quería".

Viene esta reflexión a cuento porque a mí se me están muriendo en medio de mi silencio muchos maestros a los que tanto quería y que descubrí de golpe en plena adolescencia -medio prohibidos muchos- y a los que no había que tocar porque ya entonces llegaban sin más directamente a un corazón que buscaba desesperadamente su propio hueco en una vida a la que apenas se había asomado.

Pepe Hierro y su larguísimo silencio, José Agustín Goytisolo, Valente, Angel González... con todos tuve relación y a todos quise. A esta lista hay que sumar la muerte de Umbral -posterior generacionalmente- pero que tan honda influencia dejó en mi forma durante mucho tiempo desde que sus "Helecho arborescentes" hasta esa genialidad del todo inclasificable llamada "Mortal y rosa". No creo que haya escrito nada sobre estos muertos míos. Sin ninguna esperanza, es cierto, soñaba con que "El Mundo" me invitase a ocupar por un día su recodo, el que ahora habita tan justamente Raúl, pero la invitación, como era previsible, nunca llegó.

   Da igual. El dolor -o más que el dolor, la pena de la pérdida- no hay expresa con texto y firma. Tampoco la amistad mantenida con una discreción sin alardes y no va a ser ahora cuando destape mis recuerdos, los encuentros ni las anécdotas. No "quería con ellos" sino que les quería a ellos, les quería a todos y según les iba releyendo, ganaban más y más. Utilice sus versos para mis versos, fusilé -previo aviso- metáforas bellísimas y asistí en silencio a charlas, recitales y homenajes.

Solo una licencia en esta columna sin anécdotas: Teatro Campoamor de Oviedo a rebosar; Pepe Caballero, José Agustín Goytisolo y Aute con y sin guitarra. Yo moderaba humilde. Angel González, desde Méjico, habló por teléfono con sus amigos y a sus paisanos en una noche de versos. Al final, se me ocurrió leer/recitar (me la sé de memoria) "Si yo fuese Dios..." mirando directamente a un palco. El público aplaudió, claro y nos fuimos sin ruido camino de los bares.

Poco antes de mi jubilación obligada, me traje a Pepe Caballero Bonald frente a un estudio de RNE. Creo que tenía gripe, pero hizo el esfuerzo de venir. Acabó la entrevista -mejor, la charla- y ya no pasó casi nada más hasta que me dieron la baja.

Ahora leo tanto panegírico que mi propio silencio empezaba ya a avergonzarme. La mía es pólvora quemada, lo sé, siempre lo supe y lo corroboró que nadie en "El Mundo" me pidiese una línea sobre Paco. Da igual. Aquí queda esta carta de amor a todos ellos y el abrazo a Caballero Bonald con una petición concreta: si es posible, no te mueras tú nunca.  

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