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El Brujo, gloria bendita

El Brujo, gloria bendita

  • San Francisco, Juglar de Dios, en el Teatro Infanta Isabel de Madrid.

miércoles 16 de enero de 2008, 17:26h
No hay que jurarlo tan siquiera: El Brujo es único y en la obra de Dario Fo, San Francisco, Juglar de Dios, mantiene su sello de Calidad en lo alto y, a quien le sigue, lo sabe: si usted es uno de ellos, puede seguir bien acostumbrado.

Otra vez, Rafael Álvarez El Brujo vuelve a hechizar con estilo propio, inspirado -y va la tercera- por el texto de Darío Fo. Un dúo de titanes que, vez que sale a escena, vez que sorprende, enseña otra versión de la historia y cautiva al público.

En esta ocasión nos presentan a San Francisco de Asís, un hippie del medievo, que gracias a su fe ciega y su lúcida locura reta a la Iglesia del momento, que era incluso peor a la de ahora... Fo elige a este maltratado de la historia, se basa en hechos reales y lo pasa por el filtro de su cabeza: coge su vida, la transforma y nos la muestra.

La adaptación escénica de El Brujo redondea la obra, con la que, fijo, se gana el acceso directo al cielo. Echa mano de su ‘librillo’ y pone en práctica su método: fluidez de palabra; interacción con el público; dominio del texto, que le permite ser espontáneo y volver al presente para mezclar y comparar el siglo XIII con la Historia que estamos construyendo; control escénico; ese don para arrancar constantes carcajadas al público y reírse con él… Resucita al santo y durante casi dos horas sin descanso sobre las tablas abstrae al público.

Con maestros como estos, muchos hubiéramos abandonado lo que estuviéramos haciendo para encaminarnos hacia el estudio pasional de la teología, la historia o la literatura. A Fo no le podría haber salido admirador mayor, nadie mejor que El Brujo para llevar a los escenarios su obra en versión española.

No me imaginé que una obra de la vida de San Francisco de Asís pudiera llegar a ser tan divertida -y didáctica al mismo tiempo-. Si el santo levantara la cabeza… creo que ni él lo creería…

Lo aprendido: Francisco es un modelo ético; El Brujo, un actorazo dotado de la gracia de dios (o de la madre que le parió).

 

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