
¿Quiénes van a los mítines? Los convencidos, claro. Los forofos. Los de la fe del carbonero. Porque, de momento, no se trata de que se lleve público al plató como para la gala de Año Nuevo (TVE), o para Fama (Cuatro). Por ahora, a pocas facilidades que dé el partido de turno (vamos, que se gasten una pasta en transportes y bocadillos), aún se consiguen llenar polideportivos, salas de actos, y demás locales de uso público. Y el ritual, siempre es el mismo. Teloneros musicales (en muchas ocasiones enlatados). Toma de posición del público de a pie, al que se le reparten banderolas ad hoc (siempre pasta de por medio). Colocación del friso humano (jóvenes y jóvenas con pinta de ser, el día de mañana, los clónicos de los candidatos y supuestos sucesores si el aparato de los partidos no decide algo mejor). Llegada de notables locales y acomodación. Llegan los notables más distinguidos. Y empiezan los teloneros verbales. Hay que caldear el ambiente, por lo que los/as oradores/as se dedican a disparos de grueso calibre contra los contrarios… En suma, nada que no figure en el manual de campaña. Claro que, como en la inmensa mayoría de DVD legales, en el paquete pueden entrar extras, tipo intervención estelar de Felipe González (el PSOE en L’Hospitalet de Llobregat) del calibre Special Guest Star. Y no suele defraudar. Como cuando le recomienda al mega candidato pepero que se quite los fideos de la boca.
Momento cumbre. ¡Tachín, tachín!. Llega el candidato. Entre bastidores, un tipo con cronómetro, está al loro de todo. Hay que hacer que el candidato más candidato entre todos los candidatos del partido (o sea, ZP o Mariano Rajoy, según se mire) entre en directo en los telediarios. Aplausos, ondear de banderas, seña del de bastidores y el pilotito rojo que se enciende y el candidato que suelta las frases lapidarias preparadas para la ocasión. Son, en todas las televisiones, esos 25” --no más-- de invasión de hogares con el mensaje.
Se apaga el pilotito rojo y el candidato debe hacer disfrutar a sus parroquianos. En el caso de Rajoy hay que dar caña a los pérfidos y desastrosos socialistas. Lo hace a menudo. Ayer, domingo, en Logroño. Se proclamó nada menos que adalid de los currantes. Y remató, en la capital riojana, dando vivas al vino, detalle que le agradecieron los presentes.
Rodríguez Zapatero, que oficiaba en Santander poco más o menos a la misma hora que el líder del PP, va de inventario de realidades y promesas de infraestructuras. Aunque, en esta ocasión, no pudo resistirse a los encantos de una de las estrellas de la gastronomía cántabra: las anchoas. De Santoña, faltaría más. “Me encantan las anchoas”, dijo ZP entre aplausos, y sólo le faltó añadir lo buenas que son por sus contenidos en ácidos omega-3. Y el público indígena, por supuesto, feliz como una lombriz. Y más promesas: la unión de Cantabria con la mesa mediante autovía y, por descontado, el milagroso AVE. No conviene poner una fecha exacta, porque luego pasa lo que pasa. Como en Barcelona.
Los dos grandes partidos lo del mitineo y puesta en escena berlanguiana, a lo ¡Bienvenido, Mr. Marshall!, lo bordan. Tienen dineros, equipos y experiencia suficientes. Controlan, cada uno por su lado, ayuntamientos, diputaciones y gobiernos autónomos. Estos, de una forma u otra, siempre ayudan a los candidatos de su propio color político.
Lo mismo que sucede con los partidos nacionalistas clásicos, los que acaban de descubrir, bien Vasconia, o en Galicia o en Catalonia, que Kosovo se escribe con “k” mayúscula y suena a independentzia/independencia/independència. Estos, en sus territorios históricos respectivos, cuando hay elecciones generales, ponen cara de bisagra. Lo hace siempre Convergència i Unió. Los del PNV, a su aire, como que también. Y los del Bloque Nacionalista Galego (la última encuesta del CIS les hace repetir sus dos escaños), por boca de Anxo Quintana, dicen que Galicia, nada menos que Galicia en su conjunto, a partir del 9M va a ser decisiva en Madrid. Lo dicen y lo que es peor, encima se lo creen. Viva el tronío… ¡Olé tu tía!, como al maestro Berlanga le gusta.