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Dos candidatos con freno y marcha atrás

Dos candidatos con freno y marcha atrás

martes 26 de febrero de 2008, 01:34h

Los debates son muy interesantes, sin duda, incluso importantes, pero no es seguro que resulten electoralmente decisivos, por mucho que se acuda siempre al recuerdo de “la madre de todos los debates”, aquel ya histórico en el que John F. Kennedy dio la vuelta a la tendencia de voto de los norteamericanos. Probablemente no sucedió anoche algo parecido en la espectacular escenografía montada por la Academia de Televisión con ese auténtico mago de la pequeña pantalla que es Manuel Campo Vidal.

Tengo para mí que, ante cualquiera que no tenga anteojeras partidistas, y desde luego para general sorpresa, Mariano Rajoy ganó el debate, no mucho más que por puntos, en el sentido de que estuvo mejor de tono que Rodríguez Zapatero e innegablemente superior en contenidos y mensajes. Un distinguido miembro del PP me hacía, nada más terminado el debate, este tremendo y pesimista comentario: “Ahora ya podemos perder con orgullo”. Dicho de otra manera, consideraba salvada la honra que resultó tan afectada en el debate entre Solbes y Pizarro, pero con la impresión, al mismo tiempo, de que los votos no se movían de los respectivos cestos.

Lo cierto es que Rajoy, a diferencia de su antagonista, no perdió los nervios en ningún momento y aunque ocultara, seguramente por consejo de algún necio, su habilidad para el humor y la ironía, estuvo en todo momento templado de palabra y de gesto, lo que dejaba aún más en evidencia la tenaz insistencia de Rodríguez Zapatero en presentarle como extremista, xenófobo y crispador. Los nervios traicionaron de tal modo al presidente en funciones que incluso el moderador, Manuel Campo Vidal, no tuvo más remedio, en una ocasión, que pedirle que no interrumpiera y recordarle que después tenía su propio turno de palabra.

El candidato del PP ganó, una por una, las sucesivas fases del debate, aunque especialmente las relativas a la inmigración y al incómodo asunto del terrorismo, pero también en lo relativo a la educación, mientras el líder socialista se hacía fuerte en los temas sociales, en inequívoca llamada a su electorado, aunque con serios patinazos en el problema de la vivienda. Todo muy bien para Rajoy, excepto en esos cruciales tres minutos finales que uno y otro candidatos tenían para hablar de futuro, esto es, para desplegar ante los españoles el escenario que respectivamente ofrecen.

Los tres minutos finales de Rodríguez Zapatero fueron absolutamente propios del personaje, un despliegue de generalidades, “talante” y descalificación radical del adversario, y por tanto eficaces para el objetivo de bipolarizar el electorado y movilizar el propio. Los tres minutos de Rajoy quedaron cortos, en su corrección de contenidos y de forma, de alma y de mensaje, de llamamiento en suma. Es oportuno recordar aquella eficaz llamada de John F. Kennedy a sus conciudadanos: “Os pido vuestra ayuda y vuestra mano, vuestra voz y vuestro voto”. Desde luego que el debate no es un mitin, y que el formato de la televisión es distinto, pero ¿es que tenía alguna contraindicación aprovechar el momento para pedir expresamente el voto?

Visto el debate de anoche, mucho tendrían que cambiar las cosas para que Rajoy no mejore incluso la comparación con Rodríguez Zapatero en el debate del próximo lunes, casi cierre de campaña. ¿Pero cambia esto el pronóstico de las urnas? Las oleadas más recientes de los sondeos y los analistas sociológicos más competentes opinan que, en efecto, la estrategia de la bipolarización funciona y que las expectativas de participación crecen, lo que, por mucho que gane Rajoy los debates, puede acabar dando a Rodríguez Zapatero los dos o tres puntos de ventaja que necesita para seguir en el poder. O no, como le gusta expresar sus dudas al presidente del PP.

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