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Autonomía y autogestión ciudadana

Autonomía y autogestión ciudadana

lunes 14 de abril de 2008, 01:58h

Completamente absortos en sí mismos y su estado de ánimo, ya de impaciencia o ansiedad, los encargados de conducir orgánicamente los bloques contendientes han contagiado al conjunto social su obsesión, que es imaginar al próximo primer domingo de mayo como inicio y final de la Historia. A tres semanas de la cita aún no está dicho todo, pero la tendencia principal está definida en contra del Gobierno, que seguramente lo sabe, si se toma en cuenta el empeño sostenido que mostró para crear este escenario. Experiencias previas de nuestro país han mostrado, decenas de veces, que los planes más cuidadosamente elaborados pueden descompaginarse sin anuncio previo, pero esto, hoy, no pasa de ser un dato aislado.

Por ahora, frente al ancho abanico de posibilidades abierto, puede advertirse con maciza certidumbre que, juéguense como puedan hacerlo cada uno de los contrincantes, ya sea profundizando sus errores y miopías, la vanguardia táctica del bloque constituyente, y sus recientes éxitos, la que encabeza al poder constituido, permanecen vigentes los supuestos y condiciones que nos sumergieron en una dinámica de reforma del tipo de Estado y modificación de sus relaciones con la sociedad. Quienes esperan lo contrario, suponiendo que la legitimación de estatutos liquida la ruta constituyente, se extravían en los planos de la política y la lógica y revelan que no han dejado de ser prisioneros de sus anhelos.

Los sujetos sociales empoderados no retrocederán a su condición previa, ni lo harán las nuevas relaciones de poder político, que por cierto se resumen en la presencia central de esos sujetos en el manejo del Estado. En el más extremo de los casos, cual podría ser el amurallamiento de subestados que consiguiesen por un determinado lapso disputar y ejercer soberanía (mejor amparados por el texto del proyecto constitucional que por la CPE de 2004), en algún momento, más próximo que alejado, volverá a aparecer la presencia de esos grandes, crecientes e indetenibles flujos humanos que migraron para quedarse y que pueden ser seducidos en límites que no llegan a su autonegación. O, para ejemplificarlo en otro plano, un cambio de jurisdicción y de magistrados para los conflictos sobre propiedad de la tierra puede aplazar la resolución del problema, pero, ¿evaporarlo? En ninguna circunstancia.

No es menos cierto que la obcecación y las pulsiones de quienes efectivamente toman las decisiones del Gobierno nacional y sus rivales definen y crean realidades con dinámica propia que tienen toda la capacidad de multiplicar escollos, heridas y sufrimientos que aun siendo estériles, en cuanto a los objetivos finales que persiguen. La querella por el control del excedente y el poder crea largos laberintos para el irrevocable empuje que nos lleva a dejar atrás la segregación y el desprecio, y puede cobrar una alta cuota de dolor y pérdidas. Dentro de cada grupo se presentan diferencias, pero no existe la menor huella de que puedan llegar a predominar los que, por racionalidad o pragmatismo, entiendan que la profundización de los antagonismos dejará un balance negativo neto que corroerá todos los triunfalismo.

Estudios de toda naturaleza, incluyendo cuantificaciones, detectaron en los últimos años que una significativa porción de los bolivianos, entre todas las clases, pueblos y conjuntos de distinta naturaleza, tienen una alta sensibilidad y comprensión de estos riesgos que se acompaña de capacidad de movilización. Los plazos para que esa reserva ciudadana se autoconvoque, organice y exprese son cada vez más estrechos y la necesidad, más imperiosa.

* Analista político y catedrático

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