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Reflexiones desde la selva

jueves 18 de enero de 2007, 00:05h

Apocalypto
Director: Mel Gibson. Guión: Mel Gibson y Farhad Safinia.
Intérpretes: Rudy Youngblood, Dalia Hernandez, Jonathan Brewer, Raoul Trujillo, Gerardo Taracena, Rodolfo Palacios, Fernando Hernandez Perez, Maria Isidra Hoil.

Mel Gibson se encuentra inmerso en un curioso ‘proceso introspectivo’ que, más allá de que le pueda o no interesar a nadie, está dando como fruto una serie de plasmaciones visuales de cierto interés (véase La pasión de Cristo). La cosa gira en torno a los orígenes del hombre, su supervivencia, sus dudas. Todo mezclado, no agitado, con una pizca de religión y esoterismo más propios de un proselitista sin esmero pero tratados de una manera muy particular y con un toque profesional poco usual y/o preciosista. El policía chalado de Arma letal se ha puesto a pensar y no parece que le vaya tan mal.

El imperio Maya es su último hallazgo, y a partir de él ha modelado su última obra, Apocalypto, una de aventuras ambientada en los últimos años de una civilización que sorprendió al mundo tanto por su inteligencia como por su inclemencia. Como la que tuvo con aldeas como la del intrépido ‘Garra de Jaguar’, protagonista desconocido de la película. Porque el director estadounidense ha decidido con buen criterio no desviar la atención del mensaje con caras conocidas en el reparto, algo que se le agradecería más si no fuera porque ese mismo mensaje se ofrece oculto, como con miedo.

Disfrazadas con mucha acción y con un manejo de la cámara que asusta -qué gran visión, la propia, de la muerte- se encuentran referencias de todo tipo, desde claras analogías con el genocidio nazi hasta el tópico sobre el ‘elegido’ que salvará al mundo con los dioses de su parte –todo tiene que ver, ¿no?-. También argucias filosóficas sobre la insignificancia del hombre dentro de un mundo complicado y su destino encaminado a pelear siempre contra un enemigo aún pero. El miedo es un factor clave. La violencia, no obstante, no es un problema. Ni siquiera supera lo visto en otras producciones.

En grandes términos, al bueno de Gibson le salía más rentable conceptualmente trasladar todas sus cavilaciones a otro milenio y centrarlas en un individuo fuera de nuestro tiempo. Globalización, que se llama. En palabras más cercanas, tres cuartas partes del metraje han sido concedidas a una vibrante, aunque un poco larga, persecución por la selva. Una huída astuta que busca dejar atrás las lanzas de los guerreros mayas, pero también a una época de la historia. Evolución, que se dice. Todo se deja ver bastante bien y la atención no decae, aunque flaquee.

Sí chirría un tanto, sin embargo, el tinte profético que sobreviene a mitad del film, aunque es verdad que no hay que olvidar que hablamos de una ficción, por lo que el señor director, técnicamente, puede incurrir en cualesquiera extravagancias que se le ocurran. Una de ellas, por cierto, es la casi inexistencia de diálogos, que además están traducidos y recitados en dialecto yucateco por aquello de la inmersión total en la historia. No molesta, porque lo visual predomina sobre lo retórico y casi no es necesario leer, salvo en ciertos momentos cumbre.

Los contrastes adornan y completan, y el misticismo queda por tanto compensado de sobra con la meticulosidad aprehendida por el que fuera Braveheart, que ha hecho de Apocalypto un trabajo más que bien documentado en el fondo y perfectamente circunscrito en la forma en el que fotografía y banda sonora se hacen imprescindibles. Una pena la poca indagación en el pueblo que manejaba a su antojo los eclipses y que ofrecía en sus sacrificios los corazones de prisioneros de guerra, pero quizá eso hubiera sido un error previsible. Para eso ya están los libros.

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