No se ponen de acuerdo los periódicos de este 1 de mayo acerca del nuevo puesto de trabajo de quien ha sido director de la oficina económica de la Presidencia del Gobierno hasta hace apenas dos semanas, David Taguas. Bueno, todos están de acuerdo en que el asunto es estéticamente impresentable y éticamente cuestionable; en lo que no se ponen del todo de acuerdo es en si el pase de Taguas directamente de La Moncloa a la presidencia del ‘lobby’ de la patronal de las constructoras, SEOPAN, incurre o no en incompatibilidad legal, que de incompatibilidades morales mejor ni hablamos. Taguas ha pedido el dictamen correspondiente, con carácter previo, y le han dicho que sí, que puede ir al ‘lobby’, dado que no tuvo responsabilidades ejecutivas, sino asesoras, en La Moncloa. Pero este Criticom.com tiene la sensación de que otro será el dictámen de Administraciones Públicas, dado que, aseguran, el presidente Zapatero está que trina con esta designación de los de SEOPAN, los más poderosos de la construcción, un consejo en el que se sientan Florentino Pérez, Villar Mir, Esther Koplowitz, José Manuel Entrecanales…).
Yo diría que los ‘grandes’ se han sentido impulsados por el (mal) ejemplo de los ‘pequeños’ inmobiliarios, que no constructores, del ‘grupo de los catorce’. Y han decidido intensificar su labor de ‘lobby’, una cuestión mal regulada en España y que despierta, me parece que con razón, tintes de sospecha en la ciudadanía. Ya se acusó a Timmemrmans, ex mano derecha de Aznar, cuando pasó de La Moncloa a Telefónica en Nueva York, aunque en esta ocasión se sortearon las pegas. Antes, había sido el secretario de Estado de Comunicación en La Moncloa , Miguel Gil, que pasó a un puesto ejecutivo en un gran ‘holding’ mediático. Recientemente, la sombra de la sospecha se cernió, aunque esta vez sin el menor motivo legal, sobre el pase de Zaplana a la actividad privada, aprovechando sus buenas relaciones con Berlusconi, entre otros.
El caso de Taguas ni es nuevo ni es único en Europa (ni en los Estados Unidos, desde luego). Pienso que el escándalo ha venido más por la inmediatez del ‘trasvase’ de un cargo a otro que por cualquier otra razón. Y porque llueve sobre mojado: la política no puede estar concebida como un trampolín hacia mundos más rentables, porque cundiría la sensación de que el político aprovecha los contactos y ‘favores mutuos’ desarrollados durante el ejercicio de su actividad pública para lucrarse a continuación en lo privado.
No hay que meter todos los casos en el mismo saco, pero alguien tendría que poner freno a esta sangría. Cierto que, en ocasiones, la normativa sobre incompatibilidades lastra la carrera de los ex altos cargos de la Administración y del Gobierno. Pero no menos cierto es que, siendo esto así, la ley ha de aplicarse a todos, con el mismo régimen de igualdad y de equidad, pensando en la lucha contra todo atisbo de corrupción y también en la buena imagen de la ‘res publica’. A Zapatero y su entorno nadie ha podido achacarles, hasta el momento, nada que tenga que ver con irregularidades económicas; pienso que es persona de honestidad más que suficiente para desempeñar el cargo, como lo es Mariano Rajoy, como lo es la mayor parte de los políticos que figuran ahora en primera línea. Pero, como la mujer del César, además de serlo hay que parecerlo. Y en este ‘asunto Taguas’ se adivina la mano de algún ministro recién nombrado, muy amigo de sus amigos, ‘virtud’ que puede acabar estallándole en las manos a Zapatero en esta mismísima legislatura, si él no lo remedia.