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¿Rajoy se queda sin oxígeno?

lunes 12 de mayo de 2008, 19:23h
¿Por qué Mariano Rajoy está empeñado en emprender, con un pequeño equipo de fieles, un viaje hacia un lugar conocido sólo por él, y que, según sus propios cálculos, le catapultará a la Presidencia del Gobierno de España en los próximos comicios generales? Es difícil aventurar qué pasa por la mente del todavía líder del PP, pero no da la sensación de que se haya vuelto loco o se crea la reencarnación del Dios de la Verdad. Desde que perdió las pasadas elecciones que ganó José Luis Rodríguez Zapatero, no ha parado de sorprender a propios y extraños con sus actuaciones.

Cuando se enteró de los resultados, echó la culpa al empedrado por no haber conseguido su objetivo: suceder a Zapatero. A continuación, dejó a los que le acompañaban desde la edad de oro de Aznar en una segunda fila y empezó goteando nombramientos que no agradaron a los que ya durante la campaña electoral parecían invisibles. Rajoy, mientras tanto, respiraba con ganas gracias al oxígeno que le proporcionaban todos los que le aplaudieron cuando dijo ‘yo sigo’.

Eduardo Zaplana se retiró para ganar dinero en Telefónica, Angel Acebes le siguió y anunció que no contasen con él para la nueva etapa de Rajoy, quien recibió todo tipo de críticas por tener a todos en tensión al no referirse a las personas que ocuparán su equipo más próximo en el tiempo y forma que los demás le exigen. Un día, Ignacio González, vicepresidente Primero de la mandataria regional, Esperanza Aguirre, advierte que si el PP sigue más tiempo “descabezado” será difícil calmar los ánimos de los descontentos; horas después, Gustavo de Arístegui se queja de que “llevamos 60 días con la oposición desaparecida”.

Le cercan con sus prisas y los apoyos se reducen, con lo que pierde oxígeno porque el que reclama se lleva su botella de aire puro. Ahora, María San Gil deja la ponencia política porque los otros dos redactores de la misma no dicen ‘amén’ a sus ideas sobre Euskadi. La gran mayoría de los cargos públicos populares opina en privado que, si todo se desarrolla con tanto sobresalto, no sólo será difícil recuperar el poder perdido sino que no está muy claro que el poco oxígeno del que dispone Rajoy le permita llegar al lugar que está sólo en su cabeza.

Y si llega, irá tan asfixiado que resultarán dañadas partes vitales de su cuerpo político, dicen otros mientras departen en los pasillos de la Asamblea de Madrid sobre este y otro temas relacionados con el próximo Congreso del PP. No hay que ser politólogo para darse cuenta de que en este partido hay, al menos, dos maneras de afrontar el futuro. Unos piden que los de siempre vuelvan, otros que se cuente con gente nueva y Rajoy, quedarse sin los que fueron parte del post-aznarismo. No creo que haya olvidado que él era de ellos. Quizá su estrategia, además de confrontar con la de los otros, consista en repetir la operación sin aquellos que ya conoce y que están más atados al pasado que el futuro.

Quizá, sencillamente, esté ensimismado con sus propios encantos. En estos momentos en los que el PP tiene que decidir hacía dónde quiere ir, lo más lógico sería dejar que hablen todos los que tengan algo que decir y que todo quedase en manos de los más de 700.000 afiliados de esta formación. Las primarias podrían convertirse en la solución y dejar de ser un problema, sobre todo para los que temen que las urnas les envíen a su limbo particular.
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