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Rajoy los tiene de los nervios

viernes 16 de mayo de 2008, 15:16h
   Mariano Rajoy es bastante mejor desde muchos conceptos que la pléyade de detractores que estos días le muerden los tobillos. Particularmente de la rehala mediática que ha traspasado las líneas de la decencia para caer en las del acoso, la intriga, la descalificación personal y el insulto. Lo es también de quienes tuvieron amarrado el partido al 11-M y a una presunta conspiración que solo sirvió para que el PSOE siguiera picándoles los lomos. Por ello es lógica cierta reacción de simpatía ante quien soporta tales embates y de rechazo ante quien se postula o victima como adalid de presuntas renovaciones cuando en realidad es cancerbero de los tocinos más rancios y las recetas más extremas. Pero ni lo uno ni lo otro puede ocultar las debilidades, errores y torpezas que lleva cometiendo el líder popular desde que perdió, muy dignamente desde luego, las elecciones.

   Se ha equivocado desde luego mucho en las formas pero empieza a parecer que tambien en fondos y en diseño. Renovar, defender independencia de criterio y de equipo no significa hacer el don Tancredo, pedir más que lealtad, una fe sin fisuras y con total ausencia de señales y  hablar por boca de una camarilla de recaderos cuyo único bagaje es serlo.

   Es quizá esta deriva la más grave y la que mas inquietud está sembrando. Parece y en el grupo parlamentario ya ha tomado carta de naturaleza que el poder ha quedado en manos de una "mesa camilla" compuesta por gentes a las cuales el valor, como en la mili a los soldados de reemplazo que la hicimos, "se supone", pero que no está ni mínimamente. Que no se han ganado, vamos, ni los galones de cabo en combate pero a los que han ascendido por que son muy "fieles" a generales.

   El malestar crece y no ayuda a mejorar ningún clima que por parte de quien debía pilotar la nave limite todo a una exigencia de silencio y de ciega confianza en quien no parece tenerla ni en quienes han de ser sus futuros y más firmes valedores y colaboradores.

   A Mariano Rajoy, aunque el no lo crea, empieza a agotársele el tiempo y el crédito. Más allá de todo el griterío de las ondas y los alaridos de los columnistas, más allá de sus declarados enemigos internos. El problema lo empieza a tener crecientemente entre los suyos. Entre quienes si quieren apoyarlo y lo estiman. Pero a los que su suicida dontancredismo está poniendo cada vez más de los nervios. Es para estarlo.
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