Lo sabemos, pero no escarmentamos. Los ciudadanos sabemos de sobra que los gobiernos son muy aficionados a hacer bonitos discursos sobre lo bien que va todo lo que a los ciudadanos nos parece que va mal; pero como en el fondo de nuestro receloso corazón creemos que los gobernantes son una especie de casta superior y que tienen más datos que nosotros para afirmar lo que afirman, tendemos a pensar que ellos tienen razón y que nuestros ojos de hormiga nos engañan. ¿Cuánto tiempo lleva el gobierno diciendo que no hay crisis? El mismo que los ciudadanos llevamos comprobando en nuestras propias carnes que sí que la hay. ¿Quién tenía razón? Nosotros.
Negar la realidad no soluciona los problemas, los agrava. Aun en el caso - improbable - de que el gobierno se crea sus bonitos discursos, los problemas siempre acaban por dar la cara. Y la factura guarda una relación directamente proporcional al tiempo que se tarda en adoptar las medidas necesarias para solucionarlos. Cuanto más tiempo pasa, es más cara. El paro es el mejor ejemplo. Antes de las elecciones del 9-M la previsión era que el pinchazo de la burbuja inmobiliaria impulsase el paro hasta los tres millones de personas de aquí a finales del año que viene. Pero según acaba de pronosticar la gran patronal CEOE, que algo sabrá de esto, llegaremos a esa cifra de vértigo de aquí a fin de año. Las causas de la crisis, como dice el gobierno, son internacionales. No haber tomado medidas a tiempo para paliar los daños, sin embargo, es de la absoluta y exclusiva responsabilidad de Zapatero.
Si el PP no estuviera desaparecido en sus luchas internas tendría muy fácil la crítica, porque lo que está ocurriendo es exactamente lo que Rajoy pronosticó que ocurriría durante la pasada campaña electoral... si el gobierno no hacia algo para evitarlo. Ahora es el propio entorno del gobierno el que admite que la panacea a la que Zapatero fió su discurso de que España estaba a salvo de las turbulencias financieras internacionales, el superávit, desaparecerá antes que acabe 2008; engullido, entre otras cosas, por el caprichito electoral de los "400 euros". Que bien le vendría ahora al gobierno ese dinero para cumplir sus promesas de mantener el gasto social, ayudar a los ciudadanos más castigados por la crisis a llegar a fin de mes, o impulsar la inversión productiva para recolocar a los parados de la construcción en el sector industrial; ¿verdad?. ¿Cómo se las arreglará para cumplirlas sin subir -como también prometió - los impuestos?