OPINIÓN/Víctor Gijón
lunes 16 de junio de 2008, 16:34h
Súper, súper, exclaman los pijos. Estamos en la época del sobredimensionamiento. Todo es súper: desde un coche a un batido. También los problemas. Sobre todo los económicos, que esos sí que son súper.
Ante el silencio del PP, ocupado en hablar de su ombligo, los medios de comunicación de la derecha se abren para que se exprese el ‘hombre de la calle’. El hombre de la calle que publica no suele ser el mismo hombre de la calle que usted y yo conocemos y tratamos. El que logra hacerse un hueco en la sección de cartas al director de los diarios conservadores huele siempre a político en ciernes o a político frustrado. O a político sin más que oculta su verdadera identidad tras un DNI prestado por cobardía, modestia o estrategia.
Pero a lo que íbamos lo súper, súper, superfuerte, es esa demagogia continuada, insistente y machacona, con que algunos partidos visten sus análisis y que ha producido nocivos efectos contagio. Por ejemplo en el Parlamento de Cantabria los diputados del PP han acabado con los adjetivos calificativos superlativos a fuerza de manosearlos y mal utilizarlos.
Pues bien, viene a cuento todo lo anterior, porque algún político, conmilitón de los superdiputados supercríticos, pueden tener que tragarse taza y media de la misma medicina. Leo en El Diario Montañés que la decisión del Ayuntamiento de Santander, gobernando por el PP, de cambiar los fuegos artificiales de las fiestas de Santiago de Mataleñas al centro de la bahía, hundirán el comercio del Sardinero. Pues o muy mal está el comercio en esa zona o algo no cuadra. Que una noche arruine la actividad comercial de un año, por mucho que desplace a miles de personas, resulta poco verosímil.
Pero es que la asociación de comerciantes de El Sardinero va a más y afirma que cambiar los fuegos de sitio “contribuirá a que vuelva a ser [El Sardinero] lo que era a principios del siglo XX, un arenal para venir a comer de picnic dos días en todo el verano y, además, conllevará el deterioro económico de toda la hostelería y el comercio de esta emblemática zona”. El caos, vamos. Y los fuegos y el ayuntamiento de Santander, culpables.
Pero me extraña que nada se diga de las deficiecias en el servicio de atención al cliente, de los precios abusivos o de los comercios que en plena temporada turística cierran entre la una del mediodía y las cinco de la tarde. No todos actúan igual, cierto, pero haberlos haylos. Y eso si son problemas de todo el año, no el efecto de un día. Pero, o mucho me equivoco, o el ayuntamiento pasará por el aro y terminará subvencionándoles un premio camiseta mojada o cualesquiera otro festejo de similares características.