Se podría suponer que en democracia una Reforma Constitucional es algo suficientemente serio como para requerir el consenso casi absoluto de la clase política. Pues bien el voto de la Reforma Constitucional propuesta por el Presidente de la República
Nicolas Sarkozy, ha sido este 21 de julio en Versalles todo lo contrario, es decir, el resultado de un duelo entre mayoría y oposición con más cálculo político que la supuesta buena voluntad de unos y otros.
La mayoría exigida para modificar la Constitución de esta quinta República –modificada ya en 24 ocasiones, desde 1958-, era de 538 parlamentarios, es decir, el sesenta por ciento del total de diputados y senadores reunidos. La reforma fue aprobada por los pelos, con tan solo un voto más que lo necesario, a saber: 539.
¿Victoria pírrica – como lo afirma la oposición que votó masivamente en contra, a excepción del socialista
Jack Lang- o victoria simbólica? - como lo subraya el propio Presidente al calificar, desde tierras de Irlanda, ese voto de
“Victoria de la democracia” y
“Victoria de la Francia moderna contra el inmovilismo”.
El texto de la Reforma Constitucional, no cambia en lo esencial el carácter presidencialista de esta quinta República, sino que más bien lo refuerza. Aunque limita el poder de un Presidente a dos mandatos consecutivos, fragiliza el papel del jefe del gobierno al acceder el jefe del Estado directamente al Parlamento, mientras amplia algunos poderes de los diputados y de la oposición, sin tocar para nada el Santuario del Senado.
¡Mucho ruido y pocas nueces! Que diría
Shakespeare. En sí el texto reformado no merecía tanta algarabía pero Sarkozy malabarista de la comunicación, había transformado su aprobación en una especie de plebiscito a su voluntad reformista y de “apertura” hacia todas las buenas voluntades políticas que se pasen a su bando. El diputado socialista Jack Lang –ex ministro de cultura y jurista- había participado en su redacción, incluyendo enmiendas favorables a la oposición.
El contexto del voto y de su preparación era pues muy diferente del texto propiamente dicho. Sarkozy ha demostrado que en su ejercicio del poder no es un
“unificador” (rassembleur) como decía
De Gaulle, sino más bien el jefe de una derecha dispuesta a aplicar un programa de
“reformas” de radical liberalismo ecónomico y social, con métodos que van de la seducción y el pragmatismo a la presión y a la amenaza, como lo ha denunciado una vez mas el centrista
Francois Bayrou, más sólo que la una en su travesía del desierto postelectoral.
El hábil cálculo de Sarkozy es haber provocado un voto en el que el Si era una victoria para sí mismo y el No una derrota para los socialistas y la oposición, que rechazaban así algunas prebendas parlamentarias del texto constitucional.
En ese contexto se explica pues el voto NO masivo de la oposición socialista, comunista y ecologista, que ha sido un No político a Nicolas Sarkozy, más que una respuesta franca al texto propuesto. Por eso que Jack Lang -coherente consigo mismo pero incoherente con su Partido- ha preferido hacer banda a parte, a riesgo de pasar a la pequeña historia francesa, con minúscula, como ese voto que por los pelos permitió la victoria de Sarkozy.
Más que el voto de una reforma constitucional, tenemos la impresión de haber asistido a un mini referéndum -no popular, sino indirecto- de la clase política: Por o contra Sarkozy. Pero contrariamente a lo que afirma el propio interesado, es su forma de ejercer el poder la que ha conducido a esa crispación, ahí donde hubiese sido preferible el consenso.