Los tiempos muertos del ordenador personal pueden convertirse en un gran beneficio para todos. El proyecto Ibercivis, que conecta en red la CPU de cientos de ciudadanos, ha convertido los ratos en que nos ausentamos delante del ordenador en minutos que este aprovecha para luchar contra el cáncer o investigar nuevos materiales. Sin coste ni molestias para el ciudadano, esta herramienta fundamental para el científico coloca la investigación al alcance de todos.
Ibercivis es la primera red nacional en utilizar la potencia de los ordenadores de los voluntarios y convertirlos en miles de herramientas de cálculo. Algo enormemente útil para investigaciones en las que hay que realizar millones de pequeñas simulaciones, que llevarían muchos años de no contar con este sistema. Cualquiera puede colaborar con los tres proyectos científicos pioneros: la investigación de proteínas, de magmas de fusión y la simulación de materiales.
Desde la Universidad de Zaragoza- el centro neurálgico del proyecto- se envían constantemente ‘paquetes’ de moléculas o de cálculos a los ordenadores de los participantes. Estos datos quedan grabados en el ordenador e ‘hibernan’ mientras el usuario lo está utilizando. Pero basta que el procesador se mantenga suspendido unos 10 o 15 minutos – por ejemplo, mientras uno se descarga música-, para que el cálculo se complete y sea reenviado por el Centro Extremeño de Tecnologías Avanzadas (CETA) a los investigadores. Un pequeño aviso, en forma de salvapantallas, indica que la red está trabajando.
El equipo del Centro de Biología Molecular ‘Severo Ochoa’ de Madrid, lleva aproximadamente un año con Ibercivis. La puesta de largo del proyecto se celebró en el mes de junio, pero estos científicos ya están obteniendo los primeros resultados.
Su investigación es una de las tres pioneras en utilizar la red y profundiza en la cura de una de las epidemias del S. XXI. “Estamos trabajando con la proteína AGT, relacionada con la resistencia de los tumores a la quimioterapia”, explica el biólogo Antonio Morreale. En particular, intentan mejorar la actividad de los fármacos contra los tumores cerebrales, estudiando un proceso que se denomina ‘docking’. “El docking consiste en modelar de manera computacional cómo dos moléculas encajan. La molécula pequeña corresponde al principio activo de un fármaco y ejerce su acción en una molécula más grande, una proteína.”, aclara el investigador.
El resultado de esta selección será la mejor molécula para ‘taponar’ la acción de la proteína AGT, que es la encargada de reparar el ADN dañado por la quimioterapia, y que hace que esta sea ineficaz. Una investigación de este tipo requiere millones de simulaciones.
“Tenemos una base de datos de 4 millones y medio de moléculas –calcula Morreale- y ahora mismo llevaremos unas 450.000 moléculas ya analizadas, lo que representa el 10 por ciento.” Desde la página del proyecto puede accederse a los blogs de los investigadores, donde todo el mundo puede informarse de forma sencilla del avance de la investigación e incluso resolver dudas a través de los comentarios. Morreale y sus compañeros son particularmente activos y se comunican con mucha frecuencia con sus ‘dockers’. Trabajan con una motivación muy personal; el pasado mes de mayo Ángel Ortiz, líder del equipo, falleció debido a un
cáncer.
También en el Departamento de Física Teórica I de la Universidad Complutense de Madrid, necesitan de esta ‘calculadora’ en red. Trabajan con materiales magnéticos que presentan propiedades propias del vídrio y que tienen comportamientos muy curiosos. Estos sistemas, llamados de magnetorresistencia colosal, se ven profundamente afectados en sus propiedades magnéticas y de conducción eléctrica por el desorden. La magneto resistencia colosal, es la propiedad por la cual la resistencia eléctrica al paso de la corriente por un sistema, cambia mucho si el sistema esta magnetizado.
“Lo que nos interesa a nosotros es que el material magnéticamente colosal es lo que utilizas en un disco duro. Cuando magnetizas una zona has guardado un bit –un dígito binario-. Utilizas la relación entre la resistencia y el magnetismo. Cuanto mayor sea la relación, más pequeña es la zona que necesitas magnetizar y más bits puedes guardar.”, asegura el investigador Víctor Martín-Mayor.
Por ello tratan de comprender las propiedades generales de estos materiales que pueden llegar a ser la base de futuras generaciones de discos duros. Pero el mayor escollo con el que han topado es que estos materiales son muy ‘sucios’ y es frecuente que en ellos falten átomos o estén mal ordenados, de manera que su comportamiento es difícil de predecir. Por ello utilizan Ibercivis, para enviar redes con distintos defectos y observar cómo reaccionan por ejemplo, ante un cambio de fase.
El tercero de los subproyectos de la red, que se lleva a cabo en el CIEMAT, investiga la dinámica y las propiedades físicas del plasma de fusión nuclear. Gracias a la información de que disponen sobre muchas partículas ‘test’ del plasma, calculan sus características estadísticamente. Colaborar con cualquiera de estas investigaciones- o incluso con las tres- es tan sencillo como descargarse el software (BOINC) en la página de Ibercivis.
Este programa es compatible con Windows, Mac OS y Linux y el único requisito es disponer de conexión a Internet. El usuario puede identificarse en la página para localizar su ordenador en el mapa de actividades y ver cómo se le envían los datos. También hay un Top 10 de colaboraciones y se puede acceder a premios y concursos. Aunque el verano es una mala época para Ibercivis, con ordenadores de escuelas y universidades desconectados, se calcula que la red llegará alcanzar los 15.000 usuarios y que se añadirán próximamente nueve aplicaciones más a las tres existentes. Como resume Antonio Morreale, Ibercivis “trata de que los ciudadanos se enganchen en el mayor grado posible a la ciencia ”.