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Juan Sheput

La política ¿Confrontación o conflicto?

viernes 02 de febrero de 2007, 05:21h
La cultura oral, previa a la cultura escrita, exigía brevedad en la frase para facilitar la recordación. Nacen así los aforismos, consejos que por breves eran de rápida difusión. Séneca fue un maestro en la creación de aforismos. Uno de ellos parece especialmente diseñado para esta ocasión: “Elegido un papel hay que representarlo”.

Durante la mayor parte de su historia, el Partido Aprista ha estado en la oposición. Para bien o para mal, según Luis Alberto Sánchez, esta posición le ha dado una presencia que ha contribuido a compartir el timón de las decisiones nacionales. El APRA eligió ese papel, tiene que cumplir con su representación, y le cuesta abandonarlo. Se demostró en su primer gobierno. El dominio político de ambas cámaras produjo el surgimiento de un férrea contraposición al interior del mismo partido. En la actualidad, en lugar de plantear una agenda nacional de discusión de políticas públicas, el APRA ha optado por persistir en esta inercia fiscalizadora, fruto de su desempeño estructural como oposición. Ello lo conduce a senderos de confrontación en lugar de vías de concertación.

En ese camino ha contado, desde mi punto de vista equivocadamente, con el apoyo del grupo fujimorista. Aún es prematuro para medir las consecuencias históricas de tremendo apoyo. Lo que es cierto es que ya sus síntomas se empiezan a mostrar. Pugnas y dudas respecto a un tema tan profundo como el de los derechos humanos o el de las relaciones con Chile trazan un sentido político que al menos, en el corto plazo, es equivocado.

El APRA es un partido fundamental para la consolidación de la democracia. Su disciplina y trascendencia lo convierte en columna del aún incipiente sistema de partidos. En ese contexto es fundamental la revisión permanente de sus compromisos y alianzas políticas. Los futuribles –futuros posibles- en nuestro país, suelen ser ingratos. Y no vaya a ser que como en otras oportunidades en la historia, el aliado de hoy se convierta en el enemigo del mañana. El APRA es dueño de un poderoso activo: su trayectoria democrática. Consideremos como elemento de evaluación si hace bien en aliarse con individuos que hicieron de las visitas a Montesinos una práctica habitual. El hacer un análisis de la repercusión histórica de una alianza perversa para la biografía partidaria es más importante que la práctica mediática de hacer un balance del desempeño de la coyuntura, de los primeros 180 días del segundo gobierno aprista. Dejemos por el momento aquí, las conclusiones de este desafío al criterio.

¿Tiene que ser la política confrontación permanente? No, no siempre. ¿Tiene que ser la política conflicto recurrente? Sí, por supuesto que sí. Mientras la confrontación es la disputa de personas, el conflicto es el campo de las ideas en discusión. El fujimorismo enemigo de los partidos, nos hizo creer que la política debe ser un campo de malvas. Sus medios afines vendieron la idea de la necesaria Pax política. Cero conflictos, todos nos llevamos bien, es la ruta que conduce a la mediocridad política, al nulo intercambio de posición, al debate plano sin exigencia intelectual. Somos pocos los que creemos en el conflicto como herramienta de discusión intelectual. Pero el conflicto de ideas debe estar, para que no se desperdicie, alrededor de temas de verdadera trascendencia.

El escenario actual elegido por el APRA de una confrontación contra Alejandro Toledo, no es el campo ideal donde el aprismo deba presentar batalla. Tratándose de un caso notorio, un ex presidente, lleva la discusión al terreno personal.  Un escenario de conflicto, alrededor de posiciones discrepantes sobre temas relevantes como las reformas pendientes por ejemplo, lleva a la política al campo del conflicto de argumentos, de intercambio de posiciones, el escenario por excelencia de la realización política.

Juan  Sheput (Perú). Ex ministro de Trabajo
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