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Sin pactos no hay salida

domingo 17 de agosto de 2008, 13:32h

Disculpe el lector la tosca “remake” del título de una serie televisiva de éxito, pero es que la ilusionada respuesta de los mercados a la fortaleza del dólar y al retroceso de los precios del petróleo es primaria, superficial y por tanto, poco reflexiva. No hay motivos para lanzar las campanas al vuelo, ni va a disolverse por que baje el petróleo la tremenda crisis económica en la que nos encontramos inmersos, por razones globales ciertamente, pero también y principalmente por razones añadidas internas de la economía española a las que no se ponen soluciones, sino apenas paños calientes.

Por estos pagos, que son “tierras para el águila” en la expresiva descripción del poeta, el Gobierno no aparece interesado por lo sustantivo, esto es, la aplicación de una seria, vertebrada y dynamica política para desescalar los efectos de la crisis y mejorar el horizonte del ciclo, sino por lo estrictamente político, conseguir a finales de año la aprobación de los Presupuestos Generales, esto es, por evitar que la crisis económica deduzca efectos políticos, aunque ello suponga “quemar” definitivamente cualquier credibilidad del cordobés Montilla en la opinión pública catalana.

Se encuentra tan extendida la opinión de que, por razones diferentes, ninguno de los dos grandes partidos genera suficiente confianza respecto a su capacidad de gestionar en solitario la honda crisis económica en la que estamos inmersos, que no pocos se preguntan si queda espacio para buscar soluciones, aunque fueran  imaginativas, pero al mismo tiempo realistas, viables y eficaces, en suma, algo mejor que este pasivo “dejar hacer, dejar pasar” a la espera de que en algún momento escampe por el fatalismo de los ciclos.

Bien es cierto que no todos los políticos comparten esa pasividad. Semanas atrás, el muy moderado nacionalista catalán Durán i Lleida, nuestro mejor parlamentario y quizá el político que mejor expresa los grandes valores democráticos y sociales de la centralidad política en España, reclamó, sin obtener respuesta, unos nuevos “Pactos de La Moncloa”. Rodríguez Zapatero no es político para grandes desafíos, sino de medidas actuaciones en corto, más cerca de la imagen que de la gestión. No es ciertamente un Adolfo Suárez, aunque se le aproxime en la capacidad para cautivar poderosas masas de electores.

La economía europea, y con intensidad añadida la española, han llegado de manera ya imposible de negar a la frontera de la recesión. O la han cruzado, según se hagan las cuentas. Sucede ahora, mientras avanza este nada apacible agosto que no nos concede el alivio de la tópica pausa estival, que nadie en sus cabales puede proponerse salvar la economía real poniendo en peligro la salud de la economía financiera, lo que limita mucho el margen discrecional de maniobra, porque es un hecho que las “turbulencias” financieras no han terminado, se reavivan visiblemente en Estados Unidos y hay serias afectaciones en la Unión Europea, que incluso pueden depararnos muy próximos sobresaltos en España.  

El desafío más importante y necesitado de concertación no se agota en la gestión de la crisis, con ser esto urgente y vital para millones de economías familiares y empresariales, sino en la capacidad de preparar la economía española para aprovechar al máximo la fase expansiva de la economía que pueda iniciarse en 2012 o un par de años o tres más adelante. Si el Gobierno actual no está dispuesto a asumir la complejidad, equilibrios y auténtico reparto de poder que significarían unos nuevos “Pactos de La Moncloa”, ni es ideológicamente compatible con una “gran coalición” transversal, las alternativas se reducen a que todo siga como hasta ahora, lo que parece poco sensato.

Ante una mesa de muy plural concurrencia de políticos y empresarios, y algunos periodistas que hacíamos de convidados de piedra, un distinguido y serio político nacionalista vasco ha dejado caer una sugerencia que indica a dónde están llegando las señales de alarma: la de un gobierno de amplia coalición que reuniera a todas las fuerzas parlamentarias externas al PSOE, pero no bajo la presidencia del líder del PP, sino de un dirigente nacionalista con capacidad para armonizar voluntades a derechas e izquierdas, y pactar programas sobre los tres “fosos negros” del momento: la economía, el equilibrio territorial y la justicia. La prioridad de esa nueva mayoría parlamentaria sería convocar a todos, incluido naturalmente el PSOE y desde luego a las fuerzas sociales, empresariales y sindicales, a esos nuevos “Pactos de La Moncloa” a los que, desde el poder, se resiste Rodríguez Zapatero.  

Mientras algunas televisiones públicas, esto es, mantenidas con dinero de los Presupuestos, se obstinan en ofrecer la imagen idílica y próspera de una multitud de españoles con bolsillos bien provistos que abarrotan hoteles y chiringuitos playeros, llenan los aviones y los barcos de crucero, y compran caros “paquetes” turísticos para los cinco continentes, la realidad que cuentan los indicadores de consumo es bien distinta. La realidad se agazapa y cobrará su revancha cuando llegue septiembre. Es probable que nos encaminemos hacia un “otoño caliente”. Hay soluciones para mitigar y reconducir la crisis, eso sí, y al Gobierno corresponde la primera responsabilidad de hacer posible que puedan adoptarse.
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