En silencio, junto a las víctimas
jueves 21 de agosto de 2008, 12:34h
Parecía una tarde más de vacaciones. Me reponía de una lesión, llamada codo de tenista –curioso nombre para una dolencia de alguien que nunca ha jugado al tenis-, me mantenía en silencio -mi mejor compañero ante el dolor- y escuchaba las últimas noticias que ofrecía Telemadrid. La presentadora, antes de despedirse, informaba de que una nube de humo se veía en las cercanías del aeropuerto de Barajas.
Nada se sabía todavía del drama ocasionado en miles de familias por un accidente de un avión que salió de Madrid y que nunca llegó a su destino: Las Palmas. Más de 150 fallecidos y 19 heridos. Al principio, nadie informaba de nada porque no se conocían detalles en los primeros minutos. En el avión de Spanair -compañía en crisis que dio cuenta de lo sucedido con muy poca transparencia- viajaban 172 personas, de las que 22 eran niños. En los primeros datos aparecían 7 fallecidos y muchos lesionados de distinta consideración. Ya no me separé de la tele.
Me mantuve en silencio toda la tarde, el dolor de miles de ciudadanos a la espera de saber si su ser querido estaba entre los muertos se metió en mi cuerpo y no salió hasta que pude compartirlo con una buena amiga, que me relataba lo que iban diciendo los informadores. Sentí alivio al conocer que nuestros políticos interrumpían sus descansos veraniegos y se dirigían al escenario de la tragedia, me alegré al comprobar que los servicios de ayuda funcionan a la perfección y que todas las administraciones reaccionaban con rapidez ofreciendo sus mejores policías, bomberos, médicos y demás personal de atención a los afectados.
Las primeras imágenes del drama traían cada minuto más dolor y el silencio era el principal aliado de los que sufrían mientras esperaban que sus amigos, padres, hijos o conocidos no estuviesen en la lista negra. Yo seguía en silencio. Veía en la tele a Alfredo Pérez Rubalcaba, a Francisco Granados, y sentía alivió ante su rápida solidaridad con las víctimas, que en momentos como estos necesitan más la compañía cómplice de todos, pero en silencio. Las palabras sobran y la comunicación no verbal, incluido el contacto de la piel del silencioso que sufre callado la pérdida de un ser amado con la del solidario que acude a aliviar dolores, se hace con el protagonismo.
También conocí que la Familia Real estaba en contacto con los responsables políticos para conocer de primera mano qué iba sucediendo, su intención de visitar a los heridos y que los presidentes de la Comunidad de Madrid y del Gobierno de España, Esperanza Aguirre y José Luis Rodríguez Zapatero, dejaban todas sus faenas para consolar a los familiares. Todo estupendo mientras el silencio de todos ocupaba todo. Zapatero y Aguirre hablaron, supongo que presionados por sus asesores y por los medios de comunicación, pero deberían de haber permanecido callados.
Dijeron que se volcarían con las víctimas y no sé que más. Nada de nada, más que romper un silencio necesario que sólo sirvió para atender la demanda periodística. Llegado el momento habrá que pedir explicaciones sobre muchos asuntos que no están claros en este trágico accidente, pero ahora es hora de permanecer en silencio, muy cerca de las víctimas.