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Crítica teatral.- Bajarse al moro: ¡Han pasado casi 25 años!

martes 02 de septiembre de 2008, 10:29h
Hace un cuarto de siglo, superada ya la Transición, bajarse al moro era sinónimo de buscar hachís en el Magreb. Hoy también, pero menos. Desgraciadamente han surgido tantas drogas, se pueden encontrar tan fácilmente, que aquella aventura clandestina es casi una anécdota. Sobre el viaje al moro, José Luis Alonso de Santos escribió una desternillante comedia que estrenaron en el Bellas Artes Verónica Forqué, Jesús Bonilla, María Luisa Ponte y Pedro Mari Sánchez, entre otros. Ahora vuelve a la cartelera.
Cara de sospechoso
Tener cara de sospecho es la gran coartada de Jaimito, el pusilánime protagonista, para no convertirse en traficante de costo. Pero lo que tiene es miedo. En la buhardilla que comparte con Chusa, también vive un apuesto policía nacional con el que se lía otra “arrecogía” aparentemente simplona. Luego aparece la madre del agente, autoritaria, extrovertida  -¡eterno recuerdo a la Ponte!- que mete las narices donde no le llaman. Así que se encuentra con lo que no quiere o debe ver.

'Bajarse al moro' y 'La estanquera de Vallecas' fueron los primeros grandes éxitos de Alonso de Santos. Antes había escrito 'El álbum familiar' y 'Viva el duque nuestro dueño', una delirante aventura de cómicos de la legua que debería reponerse con una buena producción. Después vendrían 'Pares y Nines', 'Vis a vis en Hawai', 'Trampa para pájaros' o 'Yanquis y yonquis'. Ahora es el mismo autor quien asume la dirección de su obra.

Ternura en la buhardilla
Podrían ser delincuentes, pero son perdedores. Los personajes de 'Bajarse al moro' son tiernos, entrañables. Y, algunos, convencionales en cualquier época y circunstancia.

Creo que hoy ya no existe esa generación de hace veinticinco años, despistada y desubicada ante los vientos de libertad que soplaban sobre España. Los traficantes de hoy llevan armas, están perfectamente organizados, manejan grandes fortunas y solamente utilizan a los desgraciados como peones a sacrificar ante los problemas.

Charo Reina resulta apabullante como la madre. Su monólogo –exhaustivo, agotador- del segundo acto arranca las carcajadas más sonorosas y el aplauso unánime. Ella tiene una forma de trabajar a la antigua usanza mientras que sus jóvenes compañeros tienen un estilo más de serie televisiva.

Mariano Alameda resulta, como el policía, ingenuo y manipulable. Aquí no hay 'guapa-tonta' sino 'apuesto-simple'. Porque la guapa tonta se queda con el santo y la limosna y sus benefactores con dos palmos de narices, el piso semivacío, una detención y una sorpresa de última hora.

Autor-director
José Luis Alonso de Santos ha optado en esta reposición por dirigirla también. Apenas ha introducido un par de apuntes para actualizar la acción. Parece que le gustan más los personajes “trepas” que los honestos. Son los que más se lucen. El espacio escénico es convencional ya que el teatro Muñoz Seca tampoco tiene dimensiones para alardes. El público parece que se lo pasa en grande.
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