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Ese Dios del Antiguo Testamento

Ese Dios del Antiguo Testamento

miércoles 22 de mayo de 2013, 20:21h
Esa es la sensación irradiada por Aznar en la entrevista de Antena 3. Un Dios bíblico colérico, vengativo, inclemente. Como un gran ojo cerniéndose desde la bóveda celestial sobre sus acólitos del partido presidido por su honorabilidad. Esa es una perspectiva. La otra es la sensación de estar ante un bocachancla. En la intimidad y en lapao "bocatxancla". 1. Dícese del individuo con aspecto de jarrón chino enfurecido cuya embocadura arroja los objetos perdidos en las mudanzas de Moncloa; calcetines disparejos, regalos tejanos de artesanía ranchera y souvenirs de las Azores.

Hay muchas cosas desagradables en la personalidad de Aznar, pero a mí me resultan en especial rasposas dos. Una es su sinsentido del humor. Otra el sentido patrimonial del poder, como si en efecto hubiera rugido en la cima de una montaña, incendiado zarzas con su aliento y otorgado Tablas de la Ley a un Moisés Rajoy que le ha salido rana dedicándose a brujulear por el desierto en vez de empuñar la vara de zurriagar y emprenderla a siniestro y más siniestro contra todos los filisteos.

Prueba de ese sentido patrimonial es la designación de su sucesor. Como un déspota absoluto decidió elegir una terna de nombres; Rato, Rajoy y Mayor Oreja. En el concordato de 1851, y en el renovado de 1951, se reconocía al Jefe del Estado la potestad de presentar una terna de obispos al Vaticano. Franco ejerció plenamente ese poder, pero era el Papa quien en definitiva señalaba al elegido. Aznar ejerció de Caudillo, de Pontífice y de Rey, recordando, tal vez, la presentación a don Juan Carlos por parte del Consejo del Reino de otra terna de nombres; Silva Muñoz, López Bravo y Adolfo Suárez para elegir entre ellos al futuro presidente de gobierno.

Aznar lo hizo todo él solo; eligió su terna y cinceló el nombre del elegido en las páginas de mármol de su trascendente cuaderno azul. No contento con eso empezó a confundir a España con su cortijo. Se apropió del Escorial para organizarle una boda de Estado a la niña. Y luego de la alcaldía de Madrid, un capricho de su señora. Lo bueno de aquel Dios del Antiguo Testamento es que dejó de aparecerse y de arrasar a sangre y fuego a quienes no obedecieran sus mandamientos. ¿Es mucho pedir a Bocachancla que haga lo mismo aunque todos seamos contingentes y solo él sea necesario?
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