Cuando la realidad circundante no invita precisamente a la lisonja, al dolce farniente,, a la despreocupación, es muy socorrida la huída del presente, el viaje ilusionado a otras épocas o a otros espacios. Y eso aunque, inevitablemente y al final, ese subterfugio intelectual vuelva a retrotraerte al duro presente…
En Mostellaria, una de las comedias del dramaturgo latino Plauto –lo había hecho antes también el griego Menandro en sus comedias–, uno de los personajes de la obra se dirige directamente al público para anunciar el fin de la fábula y, de paso, pedir asimismo al respetable ese aplauso que todos los artistas esperan como agua de mayo después de cada representación: “¡La obra ha terminado. Aplaudid!”.
Algo similar podría enunciarse en estos momentos ante la patética representación política que llevamos viviendo desde el comienzo de la legislatura hace ahora dos años: una comedieta repleta de mentiras, crispación e imposturas desde el mismo momento de la formación de un gobierno de minorías –fundamentalmente radicales de izquierdas y nacionalistas–, ordenado en torno a la eximia figura de Pedro, nuestro ahora candidato al Nobel de la Paz según iniciativa interesada de Ángel Víctor Torres, ministro de Política Territorial y Memoria Democrática. Al canario le ha debido parecer que, ya que Trump está en baja por sus frustradas iniciativas de paz en Ucrania o en Oriente Medio, lo mismo es el momento oportuno para lanzar al candidato y (¿quién sabe?), lo mismo el galardón llega hasta las mismas vitrinas de Moncloa.
Tendría gracia, ya a las puertas de una inevitable -eso creemos nosotros, al menos–, nueva convocatoria de elecciones, después de tres años sin Ley de Presupuestos generales del Estado (PGE), y con media familia personal y política del presidente con medio cuerpo ya de lleno en su procesamiento en distintos tribunales patrios: desde la audiencia de Badajoz a los juzgados de la madrileña Plaza de Castilla, pasando por el Tribunal Supremo.
Y, como los males nunca vienen solos, ahí, en pleno consejo de ministros, están las tensiones ya casi imposibles de soportar en las filas de Sumar por esas cesiones de Sánchez al fugado Puigdemont con el tema del pacto migratorio al comprarle la batalla cultural a la extrema derecha catalana. Y , extramuros de Moncloa y de la izquierda de Sumar, En Podemos andan obsesionados con hacerle la vida aún más difícil a don Pedro y, de paso, cargarse a la vieja enemiga de Iglesias (la venganza sabe mucho mejor servida en plato frío…), que nunca perdonará a la compañera Yolanda Díaz su traición al legítimo heredero español de Stalin y Lenin.
Si para nosotros una huída hacia adelante podría ser hacer una visita emocional a cualquier ágora griega o a un teatro romano, para el presidente el sumun de esos deseos pasa por la Asamblea General de la ONU, dar una charla en alguna universidad norteamericana y seguir dispersando el enorme chorro de tinta de calamar que ha supuesto este nuevo e inesperado giro de tuerca en nuestra política exterior con Palestina e Israel. El recrudecimiento del conflicto entre ambos pueblos ha adquirido su mayor tensión a raíz del multiatentado de octubre de 2023 , pero a Sánchez hasta ahora mismo no le había parecido que fuera el momento de espolear la escena política internacional sobre el asunto de marras. Y, claro, ha coincidido con todo ese vía crucis que supone para el “puto amo”, tener que enfrentarse a tantos sinsabores familiares, de partido y hasta de gobierno. No olvidemos tampoco la ocultación de la ministra de Igualdad, Ana Redondo, supercampeona del feminismo progre en clara disputa con su antecesora Irene Montero, , que con los problemas inconfesados con las pulseras telemáticas antimaltratadores, que van como el expreso de Andalucía a mediados de los años 50 del siglo pasado, o el AVE de Óscar Puente en el actual.
El esquema de actuación del gobierno ya ha tomado un camino de seguro y previsible recorrido: primero, intentar ocultar los problemas; después mentir y negarlo todo y, por último, recurrir al insulto y a la calificación de bulos surgidos desde la extrema derecha para intentar deslegitimar así cualquier iniciativa, denuncia u opinión que desnude la falta de ideas, de preparación o de gestión de un gobierno que huele ya a agotamiento desde hace meses. Llegado, pues, este punto, señor presidente: ¿por qué no convoca de una vez nuevas elecciones generales? Prometemos decir aquello de “Acta est fabula, plaudite!”.