El periodista Israel Merino publicaba este 23 de septiembre, en el diario 'Público', el artículo "El problema de la vivienda te va a dejar sin pensión", poniendo el dedo en la llaga sobre el perfil de propietario “esa señora majísima, quizá votante del PSC o Sumar, que alquila a 3 chavalitos su piso en ruinas de Aluche por 1.500 euros al mes” y el conflicto generacional.
“Esos chavales no son tontos, esos chavales tienen un contrato firmado por la abuela con su cara, nombre y NIF, y han decidido escuchar el canto de unas sirenas neoliberales habilísimas que han entendido y señalado a quien está causando todo esto, aunque instrumentalizando el malestar con un único objetivo: destrozar lo público”
En España, la vivienda, reemplazo de “la propiedad de la tierra” en nuestro imaginario urbanita del S.XXI, nunca ha dejado de ser un bien de mercado, y los bienes de mercado, cuando son rentables y se dejan sin regulación, tienden a concentrarse en cada vez menos manos.
El también periodista Dani Domínguez publicaba en 'La Marea' el artículo “Un tercio de las nuevas viviendas dadas de alta en 2023 fueron para grandes tenedores", donde explicaba que más de un tercio de las nuevas altas en catastro producidas en 2023 se hicieron bajo titularidad de sociedades que acumulan más de 8 bienes inmuebles a su nombre. En el mismo artículo se señala que entre 2008 (momento del estallido de la primera burbuja) y 2023 el 44% de las nuevas altas en catastro se hizo a nombre de estas empresas, el 58,5% en el caso de Madrid.
No hay, en los últimos 2 años, ningún indicador que apunte a una concentración menor de la propiedad inmobiliaria. La concentración de la propiedad permite la manipulación del precio de la misma, algo que se lleva practicando desde que alguien inventó la primera vasija para guardar grano, y que es modus vivendi de cualquier fondo de inversión. De hecho, y por motivos obvios, los precios no escalan igual en unos sitios que en otros, las maniobras especulativas de la vivienda empiezan en el centro de las grandes ciudades (donde son más sencillas) y se expanden de dentro hacia fuera (De la misma manera que los pinchazos).
La señora majísima con un piso en Aluche del artículo de Merino es un corcho flotando en un lavabo. Se beneficia del nivel de agua (ahora muy alto) pero el nivel de agua no lo decide ella. Apuntar a la señora de Aluche es alejarse de quienes tienen un Excel (ahora un chat GPT) para calentar el mercado. La señora de Aluche puede ser cómplice a título lucrativo, pero no es la mente que origina el crimen.
Durante décadas se ha alimentado la idea de la propiedad inmobiliaria como depósito seguro y rentable del ahorro, “compra tierra”, que le diría cualquier padre a su hijo. Seguramente eso es lo que hizo la “señora majísima” del ejemplo, pero también, probablemente, lo que haría la mayoría de la generación de jóvenes en la actualidad si tuviera ocasión.
En los años 1980 y 1990, quienes ahorraban, tenían un limitado conocimiento y acceso a productos de inversión más allá de comprar un piso para alquilar o meter el dinero donde les dijera el señor del banco. La mayoría se limitaba a comprar una casa en el pueblo, una parcela en el campo, o un huerto con fines lúdicos; la segunda residencia para los fines de semana que a fecha de hoy muy poca gente se puede permitir. Hoy, quien puede, se compra un piso para alquilar, y quién no, especialmente la gente joven, hace sus malabares con ETFs, criptomonedas, NFTs, CFDs o el activo digital de moda que toque de los miles que hoy pueden manejarse desde un cada vez menos sencillo teléfono móvil.
El problema no es la señora que alquila un piso en Aluche tratando de sacar la máxima rentabilidad. - Si hacemos una encuesta, la gran mayoría de jóvenes intentaría ser esa señora majísima de Aluche- El problema es una sociedad que aspira a obtener por sus ahorros lo que no obtiene por su trabajo, emulando las maneras de quienes históricamente se han situado en las capas altas de la sociedad. La gente siempre prefiere proyectarse hacia quien más puede, aunque su proyección nunca deje de ser una ilusión, la ilusión que igual los anima a salir de la cama cada día sabiendo que su vida no es ninguna maravilla, pero creyendo que algún día será mejor. La necesidad religiosa de gran parte de la población de creerse que haciendo tal o cual estrategia de inversión podrán ser como X o Y que nos han vendido como ejemplos de éxito, y la frustración que genera el fracaso.
Hacer a una señora de Aluche, majísima, responsable del problema, es poner el dedo en la llaga por lo doloroso, -usted en realidad se está beneficiando de todo esto- pero no es atacar el origen del problema -la concentración de la propiedad privada- sino poner a los últimos contra los del medio para que, en la refriega, quienes están arriba, se lo puedan llevar todo.
El conflicto generacional no es más que una falacia para desviar una lucha de clases a beneficio de los más ricos, cuyo sueño húmedo se va cuajando poco a poco en la gente joven clamando contra el estado del bienestar.
Cuando la señora majísima de Aluche muera, si la zona se enfrenta a un proceso de gentrificación, es más que probable que su piso acabe en manos de un fondo o una sociedad de inversión. Merino pone el dedo en la llaga, donde duele, pero la llaga es síntoma, no origen, así es que, por el bien de todos, apuntemos a donde corresponde, porque enfrentarse a la señora de Aluche que vota del centro hacia la izquierda, además de no solucionarte el problema, te convierte en una minoría aislada y sin amigos, y si algo necesita la gente que no puede, es ayuda para poder, bien lo saben quienes se dedican al enfrentamiento de unos con otros para que en eso del poder nadie les haga sombra.