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Populismo, la nueva frontera

domingo 08 de enero de 2017, 10:43h

En política, la dominancia en el S.XX ha sido las confrontación de Marxismo con el Capitalismo, que se explicaba, con el arco de desplazamiento entre la extrema izquierda y la extrema derecha, pasando por el socialismo, la socialdemocracia, el centrismo liberal, la derecha estatalista y la extrema derecha, que a su vez se mezclaba con las ideas utópicas de la igualdad, la riqueza, el estado del Bienestar, que pretendían que ningún ciudadano careciera de los bienes esenciales, como la comida, el alojamiento, la información y la educación, la Sanidad etc, que debían en mayor o menor forma ser proporcionados por el Estado Leviatán, con la riqueza acumulada por la civilización y por el progreso tecnológico, con medios ilimitados proporcionados por el PIB, y la deuda, hasta el punto de que España, debe el 140% de su PIB, que es evidente que jamás podrá pagar, apropiándose a través de préstamos internacionales de la riqueza producida por otras naciones, que a su vez hacen lo mismo. USA, por ejemplo: La deuda pública de Estados Unidos ha superado los 18 billones de dólares o el 103% del PIB anual del país.

Cada ciudadano USA ‘debe’ 56.714 dólares. La mayor parte de esta deuda se ha acumulado en las últimas décadas. España 24.000€, midiéndose el progreso de la nación por el menor déficit público, a lo que nos obliga la Unión Europea, pero en cualquier caso permitiéndolo, para poder financiar el gigantesco crecimiento del gasto del Estado, mientras que los partidos políticos, se deshacen por gastar más y más de lo que se produce e ingresa, especialmente ahora en que el Presupuesto está condicionado por varios partidos. Nunca será suficiente, por más que trabajemos, produzcamos y exportemos, para pagar un salario mínimo sin trabajar, un alojamiento sin pagar la hipoteca o consumamos luz y alimentos sin tener los correspondientes ingresos. Es la lucha contra la pobreza, que no pudiendo ser pagada por los impuestos, o por los salarios en empresas o instituciones, debe salir del cajón sin fondo del erario público, creyendo inocentemente que no son más impuestos la deuda, que en el fondo nos hace a todos responsables del dinero consumido y gastado, pero que figura en nuestro virtual debe como una obligación a futuro.

De ello, son conscientes, parte de los ciudadanos, que ya sea, a nivel individual, ya de partidos políticos, transversales o no, buscan para sustituir y dejar sin pagar desesperadamente, fórmulas, que nos aparten de ese negro futuro, cuyos nubarrones amenazan a sus países, eso es el Populismo de Trump, el Brexit, Le Pen, Pablo Iglesias, y otros que aparecen a en Occidente, en América Latina, en Asia o África y que asoman en el espacio político con la fórmula magistral, de transformar el plomo en oro.

Lo deja bien claro Manuel Muñiz en ES Global al escribir sobre: “El populismo y la necesidad de un nuevo contrato social” diciendo: El mundo occidental está a las puertas de una convulsión política profunda y prolongada. El factor que vincula hechos aparentemente aislados como el Brexit, la victoria de Donald Trump en EE UU y el ascenso del Frente Nacional en Francia es la ruptura general de la confianza en el orden liberal y las élites que lo representan. Esa pérdida de confianza ha dado poder a los populistas de derechas y de izquierdas y es una reacción directa a un cambio estructural en la forma de generar y distribuir riqueza en nuestras sociedades. Lo que va a ser necesario en las próximas décadas, por consiguiente, es la construcción de un nuevo contrato social, en el que la mayoría de los ciudadanos sientan que se les da una parte apropiada de las oportunidades y la prosperidad creadas en nuestras sociedades.

¿A que llamara Manuel nuevo contrato social?, los datos no pueden ser más convincentes: nunca hemos sido tan ricos como ahora. Esto es indiscutible a escala mundial, con un PIB que ha pasado de 1,1 billones de dólares en 1900 a 77,9 billones de dólares en 2016 (ambas cifras, en dólares estadounidenses de 1990). Y es también cierto en el plano nacional. Estados Unidos, por ejemplo, recuperó los niveles anteriores a la crisis en 2012, y hoy es, por consiguiente, más próspero que nunca. Su PIB per cápita actual es 53.000 dólares, más de 10 veces el de 1960. Se ven cifras de crecimiento similares en Reino Unido, España y otros países occidentales; sin embargo, todos ellos están viviendo una inmensa agitación política. La conclusión es que el hecho de que la marea de populismo cuestione el sistema liberal es un problema de inteligencia o, para decirlo de otra forma, una manifestación de nuestra incapacidad de gobernar la prosperidad. Detrás de la explosión de riqueza mencionada se encuentran el desarrollo tecnológico y el aumento de la productividad resultante. Pero estos dos factores también están contribuyendo a alimentar nuestros problemas actuales. Ahora bien, desde la aparición de los ordenadores avanzados, lo que ha empezado a sustituirse en el lugar de trabajo físico es la capacidad de procesamiento de información; estamos reemplazando el cerebro humano por robots avanzados y algoritmos. Un informe reciente de Oxford Martin School calculaba que casi el 50% de todos los trabajos actuales corren el riesgo de estar automatizados en las dos próximas décadas. Además, desde principios de los años 70 hasta hoy, la productividad de bienes y servicios se ha incrementado casi un 250%, mientras que los salarios se han estancado. Nuestra principal herramienta de redistribución, que la prosperidad se trasladara (o como se diría en EE UU trickled down) de productividad a salarios, ha dejado de funcionar. Es decir que no hay trabajo para todos, especialmente en el sector industrial o agrícola, estamos en una economía de servicios, y sobramos hasta el punto de tener un paro ya generalizado, además de la pregunta de ¿Quién pagará las pensiones y a qué fecha?

El aspecto y el diseño del nuevo contrato social que necesitamos están empezando a ser objeto de discusión. Pero está claro que el Estado tendrá que cambiar la forma de obtener ingresos, quizá mediante una política industrial revitalizada, grandes inversiones públicas en capital riesgo y otros. En pocas palabras, si la riqueza se concentra en el capital, habrá que democratizar de alguna forma la participación en ese capital. En cuanto al gasto, también habrá que hacer cambios. Quizá impuestos negativos sobre la renta, el establecimiento de una renta básica universal o la puesta en marcha de programas de empleo público. Manuel no inventa nada nuevo, nos devuelve exclusivamente al Estado Leviatán que en el Siglo XX solucionó el problema con dos Guerras Mundiales. ¿Es esa la solución? En cualquier caso, será nuclear(Ahí están Trump,Xi Jinping y Putin) y los miles de millones de muertos frenaran, probablemente el crecimiento desorbitado de nuestra demografía mundial, en este momento, hacia los 15 o 20 mil millones de habitantes de nuestro planeta.


BERNARDO RABASSA ASENJO.
PRESIDENTE DE CLUBS Y FUNDACIONES LIBERALES. MIEMBRO ASOCIADO DE ALIANZA LIBERAL EUROPEA (ALDE), PREMIO 1812. PREMIO CIUDADANO EUROPEO 2013. MEDALLA AL MÉRITO CULTURAL 2015, PSICOLOGO SOCIAL

Bernardo Rabassa

Presidente de clubs y fundaciones liberales. Miembro asociado de Alianza Liberal Europea (ALDE). Premio 1812 (2008). Premio Ciudadano Europeo 2013. Medalla al Mérito Cultural 2015. Psicólogo social. Embajador de Tabarnia. Presidente del partido político constitucionalista Despierta.

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