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Los nietos de la ruptura se estrellan

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
lunes 17 de julio de 2023, 11:49h

Soy uno de esos 2 millones y medio de españoles que eligió votar por correo para no padecer los calores de la segunda quincena de julio en su vivienda habitual. El cartero llegó diligente a mi dirección veraniega con la amabilidad, aún persistente, del personal postal. Fue al día siguiente de aquel debate Sánchez-Feijóo y se le notaba una alegría facial que no dejaba dudas de que no iba a votar a favor de Sánchez. El que sea tan elevado el número de españoles que no quieren votar a Sánchez no es consecuencia de que hayan evaluado los programas del actual presidente del Gobierno y las del líder de la oposición sino porque la salida de Sánchez del poder proporciona más seguridad al Estado y más tranquilidad a sus habitantes al poder sustituir el disparatado bloque de investidura, modelo Frankenstein, que es como una bomba de racimo sembradora de minas por el territorio nacional.

La bomba de racimo porta en su vientre todas las bombetas separatistas, comunistas y extremistas disfrazadas con las pieles de distintos animalitos. Lo tóxico del sanchismo -termino que tanto irrita a quien ha provocado tal nombre como apodo de un Gobierno de coalición prorrogable en doble propuesta de presidente y vicepresidenta del mismo equipo con dos carátulas sin separación administrativa- es que ha descolocado al viejo socialismo español de su compromiso socialdemócrata contraído ante España y Europa por Felipe González. Pedro Sánchez, considerándose a sí mismo único depositario del progreso, renunció a la tendencia del bipartidismo imperfecto -PSOE-PP- para impedir su funcionamiento sumando un bloque de ruptura con la colaboración de Yolanda Díaz y de todo aquello que pudiera conspirar contra la unidad geográfica o la armonía social de España. Un intento de cambiar lo que ellos llaman el régimen del 78, es decir la era constitucional, por una fórmula de ruptura más o menos disimulada formalmente, tal y como lo planteó el antes pulverizado “Podemos” en sus días de esplendor. Sin ese bloque de ruptura no es posible sumar escaños para que Sánchez sueñe en continuar en la Moncloa.

La derrota original del rupturismo no procede, como dicen ellos, de la aprobación de la Constitución del 78 sino de la Ley de la Reforma Política de 76 por la que se convocaron las primeras elecciones libres y abiertas con la concurrencia de todos los partidos que aceptaron la última Ley Fundamental del antiguo régimen. Tanto la izquierda y la extrema izquierda como la derecha y la extrema derecha participaron en aquellas primeras elecciones de las que emanaron unas Cortes Generales representativas de la realidad popular y unos representantes capaces de redactar y proponer un texto constitucional conforme con los sentimientos de la mayoría. En aquellos años históricos se planteó con toda su crudeza la polémica entre reformismo o ruptura que venía latiendo desde los tiempos del franquismo en que se planteaban otro futuro que se sentía cercano. Las izquierdas predicaban la ruptura y las derechas la reforma que, además, latía en el gran espacio centrista de la clase media. Las izquierdas, inteligentemente se sumaron a una reforma condicionada y profunda.

El éxito de la operación se atribuyó a distintos factores. A la voluntad del rey Juan Carlos I de homologar su reino al de las otras monarquías parlamentarias europeas; a la arquitectura jurídica ideada por Torcuato Fernández Miranda; a la flexibilidad de Adolfo Suarez, presidente del Gobierno entonces por propuesta del desaparecido Consejo del Reino; pero, sobre todo, por la visión generosa de los líderes entonces preeminentes a derecha e izquierda Manuel Fraga, Felipe González y Santiago Carrillo. Fuera de aquellos acuerdos solo quedaron algunas minorías marginales entre las que estaban los terrorismos que deliraban con impedir la estabilización pacífica del pluralismo democrático. Como era lógico, estas minorías se estrellaron entonces contra la voluntad mayoritaria del pueblo. Porque lo que, en verdad, hizo que las izquierdas renunciaran a la ruptura no fueron los factores antes mencionados sino la evidencia de que el afán de ruptura carecía de respaldo popular, como lo demostraron los resultados electorales de antes y de después de la Constitución, en las que se evidenció que el pueblo deseaba un cambio pacífico y no una ruptura.

Por ello resulta difícil de explicar cómo en el siglo XXI, medio siglo después de una polémica superada, exista un presidente al que se le ha ocurrido la nefasta idea de resucitar y prolongar un bloque de ruptura, bautizado como de progreso y liderado por dos personas del mismo Gobierno en funciones. Un socialismo degradado y un grupo de individuos extravagantes dispuestos a completarse parlamentariamente con los escombros del separatismo y el terrorismo. Estos nietos de la ruptura incapaces de comprender el mensaje del pueblo de ayer y de hoy, que es la vía pacífica de la reforma para el cambio, han cometido un grave error que se refleja en ese rictus contraído y contrariado de Sánchez convertido en carne de momia, que soñó, junto a su vicepresidenta Yolanda, enarbolar el estandarte de una ruptura cainita e inoportuna. ¡Adiós sanchismo! Adiós para siempre parecen cantar los coros que antaño se unieron para zurcir su investidura. La ruptura va al fracaso, como siempre que amenaza con interrumpir el curso desigual pero indisoluble de España.

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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