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A vueltas con Montesquieu

martes 07 de septiembre de 2021, 15:32h

Desde su llegada a la Moncloa, la batalla de Sánchez con los jueces es de las que dejan huella. Y es que, desde el mismo comienzo de su mandato, el presidente ha querido doblegar al Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) para que también el máximo órgano de representación de la judicatura sea un hilo más del entramado institucional que poder manejar desde Moncloa. Pero el presidente del CGPJ y del Tribunal Supremo (TS), Carlos Lesmes, ha jugado sus bazas con tanta inteligencia como firmeza y, al menos hasta el momento, la independencia del poder judicial no ha sido posible limitarla desde el gobierno Sánchez.

Como los árboles impiden ver el bosque, posiblemente aún los españoles no han sabido ver la importancia crucial del desenlace de esta crudísima contienda entre el ejecutivo y el judicial porque en ello nos va la esencia misma de la democracia. Más aún a tenor de la actitud constante de Pedro Sánchez que ha hecho de la política una auténtica frivolidad en la que lo que de verdad importa es que el final de cada jugada sea justamente el previsto por el excelentísimo señor presidente del gobierno.

Y el horizonte próximo, medio y lejano no favorece en nada la distensión entre los poderes en contienda porque, sin ir más lejos, el 14 de septiembre –con permiso de la autoridad y si el tiempo no lo impide, como se dice en los carteles taurinos-, el Tribunal Constitucional debería emitir una segunda sentencia sobre el recurso de Vox al segundo estado de alarma de seis meses, sobre el que podría producirse un segundo revés al Gobierno. Y, por si solo ese tema fuera poco, andan por ahí revoloteando de nuevo los indultos, sobre los que debe decidir también la Sección de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Supremo. En juego anda, ni más ni menos, el reingreso en prisión de los condenados del 1-O. Y –a más a más, que dirían los catalanes-, anda también pendiente otra decisión clave del Supremo en torno a la idoneidad del nombramiento de Dolores Delgado como fiscal general del Estado, en cuyo caso el gobierno habría de generar inmediatamente su proceso de sustitución.

Temas nada baladíes, por cierto, que explican la creciente incomodidad del todopoderoso Sánchez, nada acostumbrado a que sus meros deseos no se conviertan en realidad ipso facto. Pero también la del CGPJ que ayer mismo, fecha de la solemne apertura del curso judicial, Carlos Lesmes no desaprovechase la oportunidad de denunciar nuevamente la situación del CGPJ, que debía haberse renovado hace casi tres años, calificándola de “insostenible” e instando a las fuerzas políticas a que dejen este asunto fuera de la “lucha partidista” y que propicien un acuerdo en “las próximas semanas”.

Al presidente del Supremo y del CGPJ nadie osará atribuirle la condición de iluso y por eso mismo tampoco hay quién en su sano juicio piense que la solución a este embrollo de la renovación del Consejo vaya a dilucidarse en breve. Incluso lo más probable es que lleguemos al final de esta legislatura con los componentes del CGPJ en funciones. A estos efectos, solo un dato que avala esta fácil profecía: PSOE y PP llevan ya más de seis meses sin tener contactos para su renovación.

Si algo tan fácil a priori como es “que los jueces elijan a los jueces”, como ahora dice Pablo Casado, presidente del PP, como réplica razonable a las surrealistas (por ser benévolo con la calificación), declaraciones efectuadas unos días antes por el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, que aseguró que “ni los jueces pueden elegir a los jueces, ni los políticos pueden elegir a los políticos”.

Pero el hecho es que, desde 1985, fecha de promulgación de la Ley Orgánica del Poder Judicial, han sido siempre los políticos quienes han elegido a los jueces que pueden juzgarlos, lo cual no se casa mucho con la literalidad de la propia Constitución Española que, en su artículo 122 enuncia que una parte de los 20 vocales del CGPJ sean elegidos por los propios jueces, y no que –como viene sucediendo desde hace ya más de 35 años-, sean Congreso y Senado quienes nombren a todos ellos para hacer realidad aquel dicho que inmortalizó Alfonso Guerra: “Montesquieu ha muerto”.

Vamos a ver si finalmente y entre todos -instituciones europeas, jueces, el nuevo PP de Casado, Ciudadanos, Vox, el resto de partidos no izquierdistas radicales del parlamento español, y una mayoría de la opinión pública españolas-, son capaces de volver a resucitar a Montesquieu. La democracia y el consiguiente equilibrio de poderes saldrían así enormemente fortalecidos.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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