Su jefe, Pedro Sánchez, pasará a la historia de España como el mayor mentiroso en el ámbito político que en el mundo ha habido, al menos desde la época de Fernando VII. Su ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manuel Albares, no le anda tampoco a la zaga por singularidades en su gestión, fruto de una falta absoluta de criterio fundamentado y de una mezquindad propia de quién no actúa por convicciones sino por venganzas personales. Ha firmado ceses fulminantes entre los embajadores por publicar una tribuna de opinión ensalzando la figura de Felipe VI, o por quedarse dormido durante uno de sus soporíferos e infumables discursos.
No son , sin duda, las peores de sus estrafalarias decisiones pero, como botones de muestra, son ya suficientemente significativas para juzgar al personaje que las ha llevado a cabo.
Pero hay más: desde noviembre de 2023 Albares Ha nombrado como secretaria de Estado para Iberoamérica Susana Sumelzo, una abogada aragonesa, militante socialista y exdiputada afín a Sánchez pero sin experiencia diplomática ni conocimiento especializado de la zona. Decisiones como estas acaban minando la moral del personal diplomático que ve así truncada su carrera con nombramientos como éste, de claro índole político y de partido.
A eso hay que sumar, además, que en Latinoamérica la frecuente ausencia de Albares en muchas tomas de posesión de presidentes debilita la penetración española en la zona. Y, por si eso no fuera suficiente, la inestabilidad en las embajadas de ciertos países clave en Iberoamérica (Venezuela, Colombia o Cuba, por ejemplo), obstaculiza claramente la labor diplomática española en una zona que debiera ser clave en nuestra política exterior. Claro que, desde hace tres años, bastante trabajo tiene el ministerio de Exteriores en contentar a Marruecos que -ya profundizaremos en ello en una nueva columna-, desde que el jefe del gobierno español entregó el Sáhara a nuestro vecino del sur , vaya usted a saber por qué intrincadas razones de estado, en la Plaza del Marqués de Salamanca se desviven ante el menor gesto de la monarquía alauita.
El nepotismo, la arbitrariedad, la falta de transparencia, el exceso de control, la falta de políticas claras y coherentes del gobierno y el cerrojazo informativo del ministerio de Exteriores español son problemas que afectan no sólo a Iberoamérica sino también a todas las Embajadas españolas dispersas por el mundo, que tratan de sobrevivir como buenamente pueden ante tantos y tantos desafíos geopolíticos que estamos viviendo y ante los que nuestro país debiera tener muy clara su postura si quiere seguir pintando algo en la escena internacional.
El ya exrepresentante de España en Bélgica, Alberto Antón Cortés, dirigía al ministro una carta en la que le acusaba de «sembrar la inseguridad y el miedo», le achacaba una «falta de criterio» y de «confundir la discrecionalidad con la arbitrariedad». Si estas se hicieron públicas, Cada vez son más frecuentes las Críticas anónimas de diplomáticos de carrera avergonzados y atemorizados por la labor de un ministro que gobierna a golpe de caprichos , filias y fobias y apartando la profesionalidad como método de evaluación para elegir los siempre necesarios recambios en embajadas y estructuras del propio ministerio de Exteriores, comenzando por los subdirectores generales, los verdaderos expertos del ministerio que mejor conocen las políticas sectoriales y locales. Eso va sumado a la precariedad estructural de varias décadas que siempre han venido denunciando diplomáticos de carrera.
La sinuosa política exterior de Sánchez, con volantazos constantes en asuntos clave como Marruecos, Estados Unidos, Israel o China han obligado a nuestros diplomáticos a tener que aprender a nadar y guardar la ropa por la falta de directrices políticas claras, y buscar las fórmulas de protegerse ante una estructura prusiana que castiga cualquier desliz público de los altos funcionarios del Ministerio.
La tensa situación que se vive en Exteriores es de tal grado que, al parecer, ya está afectando a la salud mental de ciertos diplomáticos y un número significativo de ellos están tratando de buscar una salida personal ante el difícil panorama. Por ejemplo, ha trascendido a los medios que 43 diplomáticos están buscando eludir ese ambiente irrespirable que se vive en el ministerio de Albares tratando de obtener alguna de las plazas de embajador en las 145 oficinas que la UE tiene repartidas por el mundo. Es la cifra más alta de diplomáticos españoles aspirantes a esas plazas en la historia del Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE).
Para poder acceder a una de esas plazas hay que superar varios escollos en forma de pruebas y entrevistas antes de entrar en una terna final y después es la alta representante para la Política Exterior y de Seguridad Común, la estonia Kaja Kallas quien tiene la última palabra . Son puestos que acaban ocupando diplomáticos con amplia experiencia que ya se han bregado como embajadores de sus respectivos países o que han tenido puestos de responsabilidad en los ministerios de Exteriores.
El caso más llamativo quizás haya sido el del actual jefe de la Casa del Rey, el diplomático Camilo Villarino que no pudo llegar a ocupar la embajada española en Moscú,puesto que iba a ocupar en el mandato de Arancha González Laya, pero se cruzó por medio el caso Gali y la caída en desgracia de la entonces ministra, y su sucesor, Albares, lo tuvo durante varios meses desahuciado en Exteriores. Villarino entonces acudió a la vía del SEAE, en donde ocupó el puesto de jefe de Gabinete de Josep Borrell.
Una de las últimas situaciones surrealistas vividas por nuestros diplomáticos es la surgida en uno de los recientes Consejos de Ministros celebrados este mismo mes de abril. En él se anunció una nueva estrategia de acción exterior 2025-2028, que los diplomáticos han conocido a través de los medios de comunicación. Imagínense la cara que se les puede quedar a ciertos embajadores cuando sus colegas europeos –pongamos por caso–, les pongan el asunto encima de la mesa y ellos no puedan, no sepan y no deban responder simplemente por falta de información oficial. Lo mínimo que se les tiene que venir a la cabeza es aquello de ‘¡Tierra, trágame!’.
Alberto Virella, presidente de la Asociación de Diplomáticos Españoles (ADE), la asociación que agrupa a 6 de cada 10 de nuestros diplomáticos (aglutina a unos 700 miembros), es la única voz pública abiertamente discordante que muestra su preocupación y la falta de rumbo en el ministerio de exteriores español. en él “hay miedo, indefensión, arbitrariedad y temor” por parte de los diplomáticos “a que se tomen represalias” contra alguno de ellos cuando visibilizan “algún tipo de comentario o actitud crítica”, según declaró en la Comisión de Exteriores del Senado ante la que compareció a puerta cerrada. Es la excepción que confirma la regla. Pero no deduzcan de todo esto que Albares tenga los días contados en Exteriores. Muy al contrario, en Moncloa será difícil encontrar un vasallo tan fiel y sumiso a las necesidades marcadas por el presidente Sánchez como Albares.
Una prueba más: en el reciente funeral y el entierro del Papa Francisco participaron 130 delegaciones oficiales, cincuenta jefes de Estado y diez monarcas. Pues nada,
José Manuel Albares no encontró razones para convencer a su jefe de que había que estar allí. Es lo que hay. Al menos, tal y como van las cosas, hasta 2027.