www.diariocritico.com

Lamento haber acertado sobre la disyuntiva de Ucrania

sábado 22 de noviembre de 2025, 18:14h

Puede parecer petulante, pero es necesario consignar que hubo gente que dijimos, antes de iniciada la guerra de invasión, que la división de Ucrania era la alternativa más probable y muchísimo peor que una Ucrania neutral. Los lectores de Diariocítico no me dejarán mentir, porque recordarán mi artículo (22/01/2022) bajo un título que no podía ser más explícito: “La mejor defensa de Ucrania (sin dividir) consiste en un estatus de neutralidad”.

“Hemos sido varias las voces -comenzaba aquel texto- que, desde los estudios de paz y seguridad, hemos venido advirtiendo que la inestable situación de Ucrania se agudizaría conforme pasara el tiempo sin lograr un acuerdo estable al interior del país y a nivel geopolítico, es decir entre las potencias implicadas. Hemos insistido en que los parches chapuceros no resolverían el conflicto y que el tironeo de unos y otros sólo aumenta el riesgo de romper definitivamente el país”.

Pero me parece más significativo el segundo párrafo, porque demuestra que la opción de dividir el país para poner fin a la guerra siempre ha estado sobre el tablero estratégico de Washington, independientemente de quien fuera su presidente. Así, aquel segundo párrafo continuaba: “Y es a eso, la aceptación de esa división del país, a lo que en el fondo aludía el lapsus del presidente Biden días atrás, cuando dijo que una intervención limitada de Rusia en Ucrania tendría una respuesta moderada de Estados Unidos y la OTAN. Es decir, si Moscú se limitara a intervenir en Ucrania para reunir los territorios donde habita población rusa, segmentándola del resto de país, eso sería un problema no tan grave como si interviniera en la parte occidental de ese país. En el fondo, Biden está señalando la solución B que ha venido sobrevolando este conflicto: la división de Ucrania”.

En este sentido, hay que admitir que el plan de 28 puntos del presidente Trump es una herencia de ese plan B que siempre estuvo disponible en la comunidad estratégica de Washington. Lamentablemente, se pone una vez más de manifiesto que la dinámica estratégica de Estados Unidos responde más a su condición de superpotencia -y a su deseo de mantenerse así- que a las tendencias políticas de sus gobiernos de turno.

Efectivamente, hubo en aquellos años bastantes voces que se elevaron a favor de evitar que la crisis desembocara en una guerra abierta. Sin embargo, las potencias implicadas no tenían esa prioridad. Y desde luego, la Rusia de Putin es la principal responsable de haber iniciado el enfrentamiento militar. Pero el belicismo occidental acogió con manifiesto beneplácito lo que pareció desde el principio un error estratégico del Kremlin.

Estos cuatro años de guerra no solo han supuesto una descomunal masacre, que está pagando principalmente el pueblo ucranio, sino que ha tenido un efecto catalizador para transparentar, entre otras cosas, la penosa situación geopolítica de la Unión Europea. Europa ha mostrado con claridad meridiana que es un gigante histórico con pies de barro. Carece de autonomía estratégica (económica, defensiva y política) y su discurso altisonante ya produce más risas que otra cosa, sobre todo en el profundo Sur, cuando afirma que la solución de la guerra en Ucrania no podrá tener lugar sin su participación.

En realidad, Europa ha tratado de tapar sus vergüenzas estos años cubriéndose con el manto del belicismo más rancio. Y es cierto que uno de los componentes del belicismo europeo es propiamente autóctono. Pero también es una clara demostración de la subordinación estratégica a la política de Estados Unidos, que hoy deja a la Unión Europea fuera de la mesa. El asunto viene de lejos: es bien sabido que a Washington nunca le gustó la posibilidad de que tomara vuelo un bloque paneuropeo, como el que se vislumbraba con los acuerdos entre Merkel y Rusia. Destruir esa posibilidad ad ovo ha estado presente en Washington desde el fin de la guerra fría y aun años antes.

Ante el plan de paz de Trump, no le queda más remedio a una Europa penosamente humillada que el mantener un discurso hueco de defensa de la soberanía territorial de Kiev. Puede parecer una muestra de dignidad frente a la insolencia de Trump, pero lo hace a sabiendas que muchos de los países -y los ciudadanos- europeos van a ir aceptando el plan de Trump.

Provoca una enorme congoja reconocer todo lo que podía haberse evitado si los implicados hubieran priorizado cómo evitar el conflicto abierto. Ante todo, se habría evitado la colosal destrucción y muerte de cientos de miles de vidas humanas, la mayoría jóvenes, así como las penurias (desplazamientos, crueldades, miserias) que producen las guerras. Pero el panorama para Ucrania también era cientos de veces más halagüeño: con un estatuto de neutralidad, Ucrania podría mantenerse unida y ser miembro de la Unión Europea como sigue siendo Austria o lo era Finlandia, algo que le beneficiaría en el terreno económico y comercial, al hacer de puente bidireccional entre el mercado ruso y el de la UE.

Claro, en el clima previo a la guerra de invasión, el escenario europeo también sería bastante más aceptable. Una Europa donde los países neutrales seguirían teniendo peso y el temor a la Federación Rusa no habría motivado la ampliación de un bloque militar (OTAN). Tampoco la Rusia de Putin habría tenido argumentos para arrastrar a su población a apoyar una guerra para resarcirse de la humillación (y la percepción de amenaza) que procedía del prepotente occidente. Y desde luego, no se habría contribuido a este escenario mundial en que las potencias se han separado de un orden basado en reglas elementales de convivencia.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios