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Hiroshima del Caudillo y Palestina en el corazón

lunes 05 de mayo de 2025, 10:06h
Andrés Vázquez de Solá, recibiendo el Premio Gat Perich
Andrés Vázquez de Solá, recibiendo el Premio Gat Perich

Desde su exilio en París y casi tras casi dos décadas de feroces invectivas y cachondos dicterios a la figura de Francisco Franco, Andrés Vázquez de Solá volvió a España en 1977 para presentar un controvertido libro. El 3 de noviembre, en la galería Ágora, el entonces presidente del Partido Socialista Popular (PSP), Enrique Tierno Galván, comenzó a disertar sobre el autor, antiguo periodista del diario Madrid y de Televisión Española, que, en 1959, y ya en el punto de mira de la Brigada Político Social por su presunta vinculación con el Partido Comunista de España (PCE), urdió la artimaña de presentar algo así como un reto periodístico que consistía en llegar andando a París. Curiosa forma de huir del régimen.

Y, dicho y hecho, durante semanas fue recorriendo el camino sin mayores inconvenientes por parte de los guindillas. Pero ya en territorio francés empezó a soltarse el pelo y en una cena con exiliados españoles celebrada en Pau, a solo 50 kilómetros de la frontera española, confesó a la parroquia su fe comunista. Algún soplón dio inmediatamente el queo a la autoridad franquista, y a su llegada a la capital de Francia, la embajada estaba conveniente informada. Cuando se presentó ante el plenipotenciario, este le preguntó con extrema acritud: “¿Sabe usted lo que es alta traición a la patria?”. El periodista, comprendiendo al punto la gravedad de la situación, decidió hacer de la necesidad virtud y respondió pausado: “Si señor, lo que hizo Franco en julio de 1936”.

'La corrida franquista', uno de sus dibujos más famososTras salir de la legación a empellones, se fue directamente al Pont Neuf, en la Îlle de la Cité, bajo cuyos arcos se instaló durante un buen tiempo, hasta que el azar y un dibujo, La corrida franquista, le llevó a convertirse en un escritor y dibujante de fama en los más prestigiosos medios de comunicación franceses, con especial dedicación a la revista satírica Le Canard enchaîné y los diarios Le Monde y L’Humanité.

Portada del libro 'Seré Franco'Dos años después de la muerte del dictador, noviembre de 1977, ya dijimos más arriba, la editorial Guadiana se atrevió a publicarle Seré Franco. O la perra vida de un perro flaco. Era un tiempo complejo y difícil, porque muerto el perro no solo no se había acabado la rabia, sino que a esta se le había sumado el moquillo violento de los que no aceptaban bajarse ni un milímetro del machito, y que, como primera providencia, ya tenían lista una Amnistía que garantizó la absoluta impunidad de todos aquellos que participaron en asesinatos y torturas, durante los treinta y ocho años de los que hasta el momento de la promulgación de la ley había disfrutado la dictadura franquista

El libro iba a por todo y en su contraportada podía leerse: “El escritor católico francés Georges Bernanos decía de los franquistas que fusilaban como se persignaban, con la misma facilidad, la misma tranquilidad, la misma indiferencia. Yo no me persigno. Y denuncio los crímenes franquistas como blasfemo: con la misma rabia, con la misma pasión, con la misma fuerza”.

Su obsesión por el general que protagonizó la sublevación fue proverbial y siempre orientada por el ingenio. Sostenía que Franco era “hemosexual” porque solo llegaba a la libido ante la sangre, y que su pacto con Estados Unidos fue el principio de la “cocacolonización”. Medía la “grandeza” del autócrata con la vara de su lápiz de dibujo y relataba el viaje a España del presidente francés Charles De Gaulle como una peregrinación a “Santiago de Componendas”. En su momento llegó a plantear que el pueblo almeriense de Palomares fuera renominado como “Hiroshima del Caudillo” y comentó el baño posterior en sus aguas del ministro de “deformación y turbismo”.

En 1985 el dibujante y escritor decide abandonar el periodismo y asentarse definitivamente en España para dedicarse a pintar en medio y gran formato, en exposiciones monográficas como Lorca y sus Amigos, Mujeres de mis sueños, La Generación del 27, República o “Esto”, Homenaje a Francisco Ayala, Besitos desde Sodoma o A la Pintura.

Andrés Vázquez de Solá en su estudioPero en 2009 publicaría su último libro, Cartas para leer a oscuras, como un epistolario crítico con sus contemporáneos y con personajes de la historia. La cuarta de estas misivas se la dirige a David Ben-Gurión, uno de los padres fundadores de Israel y primer ministro del gobierno del país durante los cinco primeros años de su existencia, de 1948 a 1953. Tras la dirección: C/ Dientepordiente, 1886. Matamoros (Palestina), comienza elogiando su decisión de abandonar la Polonia natal antisemita para trasladarse a Palestina con el objetivo de luchar, junto a sus hermanos semitas, contra el opresor colonial británico, y, más tarde, acertar en una nueva alianza para hacer frente unido contra la barbarie nazi. Pero, terminada la Segunda Guerra Mundial, Andrés Vázquez de Solá se pregunta y le pregunta: “… ¿por qué volver tus armas contra tus hermanos palestinos, si no fue con la intención de echarlos de sus casas, de sus tierras, de su atmósfera? ¿Es válido el pretexto, después de tres mil años de ausencia de que aquellas tierras fueron de vuestros supuestos antepasados? ¿Y los derechos de los que han vivido allí durante tres mil años? ¿Cuándo prescriben los títulos de propiedades abandonadas en aquellos pazos?”

Ahí empezó todo y ahí se gestó el genocidio palestino, probablemente el más repugnante y meticulosamente planificado de la historia, ante el que el “mundo civilizado” permanece indiferente, cuando no lo jalea de manera vergonzante.

Andrés ya apuntaba, hace dieciséis años, hacia la reconsideración de la manida salida del paso invocando una y otra vez el Holocausto, en el que, dice Andrés: “… fueron exterminados Judíos, Homosexuales, Poliomelíticos y Pelirrojos, entre otros”. Así, volviendo al texto de la epístola, aclara: “El objeto de esta carta es hacerte ver, si no lo tienes claro, que la gran lección del Holocausto consiste en demostrarnos que si no existen grandes diferencias entre los genomas de una rata, un sapo y un hombre -hecho, dicen, por dios a su imagen y semejanza-, aún menos puede haber ninguna entre un hombre y otro hombre. Ni por lo tanto, Razas Superiores (por qué) ni Pueblos Elegidos (por quién).” Y luego llega el colofón: “… perdona, pero donde haya un monumento al Holocausto Judío, debería haber otro al Holocausto Poliomelítico, al Holocausto Pelirrojo y al Holocausto Maricón”.

Y a tal epílogo y remate me adhiero fervorosa y desquiciadamente (ante el espanto que me producen esos siniestros y crueles animales bipedestados dispuestos a exterminar por hambre y enfermedades a los pocos supervivientes de su feroz carnicería), prometiendo solemnemente, por el poco honor que me quede en datos, mandar a tomar por donde amargan los pepinos a todo aquel que a partir de ahora me venga con el gastado y patético comodín del Holocausto Judío.

He dicho.

Miguel Ángel Almodóvar

Sociólogo y comunicador. Investigador en el CSIC y el CIEMAT. Autor de 21 libros de historia, nutrición y gastronomía. Profesor de sociología en el Grado de Criminología.

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